Los abominables hechos que han venido sucediendo en los últimos días en la región de la Bota Caucana, donde los indígenas en una demostración de aberrante antipatriotismo han querido que el gobierno retire de la región nada menos que a las Fuerzas Armadas, encargadas de protegerlos de los ataques de sus verdaderos enemigos encarnados en los asesinos de las Farc, han puesto al país no solamente en alerta sino que lo han hecho reaccionar en forma que, por fortuna, refleja un sólido apoyo al Gobierno ante la tenebrosa alianza que están tratando de formar los narcotraficantes con algunas comunidades indígenas que se empeñan en ir contra la ley y no quieren desalojar las tierras que no les pertenecen, enriqueciéndose con el cultivo de todos los productos que se han convertido en el verdadero estiércol del diablo.
Para nadie es un misterio que detrás de toda esta salvajada están los "farcianos", que han encontrado los más adecuados cómplices para continuar con el extraordinario negocio de producir la coca dentro de los territorios que tienen vetados para las autoridades, argumentando que son tierras sagradas a las cuales no puede entrar ninguna autoridad que no sean sus propios jefes.
Esto que estamos viendo con repudio, cuando ya los indígenas pasaron de las protestas pacíficas al ataque artero y cobarde, escudados en la memoria de sus ancestros, no es nuevo en la tradición de estos pueblos, y mucho menos en Colombia; pero en los últimos tiempos, empujados por los mismos reconocidos anarquistas dejaron que su causa, que históricamente fue respetada tanto por los gobiernos, como por sus conciudadanos, reciban ahora el repudio total de la ciudadanía.
El espectáculo doloroso y vergonzoso que nos tocó ver por la televisión el pasado martes, cuando una gavilla de zarrapastrosos en forma vil y cobarde trataron de linchar a un soldado de la Patria, cuyo único pecado había sido arriesgar su vida para defender el derecho a la vida de sus detractores, colmó el aguante de los colombianos. Podemos decir que la reacción que este hecho ocasionó fue que Colombia entera se puso en contra de los agresores y dio un respaldo monolítico al Gobierno y a su Ejército y su Policía, en una forma tan decidida que ojalá el Presidente en una demostración de mando, que tanta falta nos está haciendo, actúe con toda la mano fuerte que hace varios días estamos pidiéndole con desespero, para que de una vez por todas y sin aguas tibias desaparezca a las Farc, verdaderos cómplices asesinos que tanto daño nos siguen haciendo, y deje de pensar en manos tendidas que solo sirven para recibir mentiras y burlas.
Pero entre las cosas que más me han enervado, es la vuelta a aparecer de ese desagradable y vitrinero personaje de la farándula internacional, el mal mentado juez Baltasar Garzón, quien como recogedor de estiércol que es, siempre se aparece por estos lares en momentos de dificultad, dispuesto a dárselas de mártir y defensor de los derechos humanos, pero con la sola intención de ir revolviendo el avispero en estos países, especialmente los sudacas, porque bien sabe que en España no lo pueden ver ni en pintura y se la tienen sentenciada para meterlo en un calabozo de por vida, lo que sería algo que nos alegraría intensamente.
Ha sido una semana negra para el país y su democracia, pero a lo mejor algo bueno saldrá de estos dolorosos hechos, porque a veces los solos regaños no sirven para nada, y amarrándose de verdad los pantalones, el Presidente debe aprovechar el momento de respaldo que le estamos dando, y ponga en orden a los promotores del terrorismo, juzgándolos con la misma rasante de todos los colombianos y no dejando que todo el peso de una justicia, bastante dudosa, se encele con los verdadero héroes de la Patria encarnados en sus heroicas Fuerzas Armadas.
P.D.: Demasiado sexo perjudica la memoria, y otra cosa más que ahora no me acuerdo.
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