Siempre he sostenido que el movimiento juvenil congregado en la Mesa Ampliada Nacional Estudiantil -Mane Colombia- tiene las mismas consignas, ideas y argumentos que tenían los estudiantes a finales de la década de los 60, cuando estaba de moda unirse a las marchas de Camilo Torres.
No veo en las propuestas de estos jóvenes nada innovador, ningún planteamiento nuevo, o algo que permita, en verdad, cambiar la situación de la educación pública en Colombia. Lo único que encuentro digno de resaltar de este movimiento es que no recurre a la violencia como método para combatir ideas. Décadas enteras de un conflicto despiadado y desgarrador parece que nos han enseñado que con las armas no se defienden argumentos ni se construyen consensos.
Las veces que he cuestionado a los representantes de la Mane Colombia la respuesta ha sido: "es que la situación del país no ha cambiado en los últimos 40 años". Una cosa es sostener que las condiciones de desigualdad, inequidad, pobreza, miseria, exclusión y discriminación no han presentado una mejoría significativa en los últimos años, con lo cual estoy plenamente de acuerdo. Y otra, muy distinta, es argumentar que las circunstancias en las cuales se desarrolla el proceso educativo no han tenido un cambio drástico tanto en formas, como en métodos y herramientas.
Me desilusiona profundamente que nuestros jóvenes anden pensando en revoluciones trasnochadas, cuando deberían ser ellos los que estén desbordados de ideas nuevas, constructivas, poco convencionales, innovadoras, transgresoras.
La preocupación fundamental de la Mane Colombia es que todos los colombianos puedan tener acceso a una educación superior de alta calidad sin tener que pagar por ella. Para ellos, en la inequidad en el acceso a la educación de calidad radican todos los problemas de nuestro fallido Estado.
Tengo para ellos un estudio de caso devastador, se llama Argentina. Ahí no solo la educación superior es universal, gratuita y de buena calidad, también lo son la educación primaria y secundaria. Sin embargo, y a pesar de esto, el Estado argentino oscila entre períodos de dictaduras y gobiernos elegidos por votación popular, que no necesariamente se pueden denominar democráticos. Pasó por un período negro de violencia política y múltiples crisis económicas que han ido empobreciendo a un pueblo que se preciaba de ser rico. Vive nuevamente un episodio grave de censura y violación a la libertad de expresión. Tomar mate y comer helado, dos placeres argentinos por excelencia, se reservan hoy para los más ricos, nuevamente el fantasma de la inflación los acecha. Los gobernantes los siguen engañando, los siguen robando y ellos los siguen eligiendo. En Argentina los únicos ciudadanos con plenos derechos son aquellos que militan en el partido de gobierno.
Adicionalmente, plantean desde la Mane Colombia su interés de participar en la toma de decisiones trascendentes de política pública del Estado colombiano. Qué bueno sería tener un movimiento estudiantil de avanzada opinando sobre la forma como se dirige el país. Lo que nos muestra el desafortunado caso argentino es que el éxito del desarrollo social, económico, político y ambiental de un pueblo no se garantiza, solamente, con educación pública universal y gratuita de alta calidad.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015