Decíamos que el guía, los arrieros y los cocineros nos tenían todo preparado. Así fue y no tenemos la culpa. De este modo "los señoritos" podían dedicarse a contemplar el paisaje, tomar sus fotos y entregarse a la armonía del cosmos y cuidar el cansancio. De todos modos los trayectos eran largos, duros, en partes escarpados y no faltó una bajada muy pendiente de varias horas y de un kilómetro y medio, muy propia para torturar rodillas y moler músculos.
Nos dirigimos en vehículo a Mollepata. En esta región muchas palabras terminan en pata, término que significa colina o cerro en quechua. Mollepata es un distrito de la provincia de Anca, la que a su vez pertenece al departamento de Cusco. Este pequeño poblado habitado por indígenas quechuas está ahora muy visitado y promocionado porque es el inicio de la Ruta del Salkantay (la nuestra), la de Machu Picchu y la de Choquequirao. Allí desayunamos. En el camino veíamos cultivos de quinua, el "cereal" de los dioses y de los incas. No confundir con la quina, de la que se extrae la quinina. Se refieren a la quinua comúnmente como un cereal, y no lo es, pero como a la manera de los verdaderos cereales como el trigo, la cebada y el centeno es muy rico en almidón, entonces los nativos lo consumen como alimento y hacen con él todo lo que se hace con los cereales: harina, tortas, panes, pasteles y hasta chicha. Se cultiva en todos los Andes desde Argentina hasta Colombia. En nuestro país en el departamento de Nariño. Crece desde la orilla del mar hasta los 4.000 metros de altura, pero se da preferentemente entre los 2 y los 3.000 metros. Desde hace unos años se viene promocionando como un alimento muy nutritivo. Más arriba encontramos muchos cultivos de tiwicha o quihuicha. Se trata de una planta muy similar a la quinua a la cual está reemplazando. Sucede que los loros no se comen la tiwicha. Esta planta, además, pone en aprietos a los cultivadores de la soja, porque tiene más proteínas y vitaminas que esta. Por otro lado la kiwicha es más resistente al glifosato. El vehículo nos dejó y comenzamos la marcha caminando paralelos al cañón de un río, que se iba profundizando a medida que descendía. El río nace en el Nevado Salkantay que cierra nuestro alto horizonte. El paisaje es austeramente bello. Digo austero, porque vamos subiendo entre montañas de rocas grises y negras cuyas paredes están totalmente desprovistas de vegetación. Pero es una bellísima austeridad. El Apu Salkantay alza sus verticalísimas paredes de hielo brillante hasta 6.271. Apu significa montaña y le gente de estas regiones dice que desciende de los Apus. En esta cordillera de Vilcabamba hay decenas de picos nevados, todos muy bellos. El Tucarhuay mide 5.960 metros, el Huacayhualca alcanza los 5.361 y el Nevado Verónica, muy conocido de los escaladores españoles, detiene los altímetros (frase empleada en estos casos) a 5.682 metros sobre el nivel del mar.
El vehículo nos acercó un poco más al Salkantay y caminamos unas 3 horas hasta llegar al primer campamento que estaba ubicado a 3.800 metros, en un vallecito verde completamente encerrados entre las altas montañas y llamado Soraypampa.
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