En hora buena un Gobierno valiente decidió modernizar el país. En 1990 nuestra sociedad se embarcó en una serie de reformas políticas y económicas que, para bien o para mal, cambiaron el destino de cada uno de los colombianos. En el campo económico, los éxitos han sido rotundos y solo unos pocos no reconocen la benevolencia de la impopular, pero benéfica, apertura económica de los años 90. Sin embargo, y a pesar de tantos éxitos, los ciudadanos con menos educación han visto cómo sus ingresos se ven reducidos cuando se comparan con aquellos que han tenido oportunidad de educarse. Es una realidad que los mismos reformadores de aquel entonces reconocen, y a la cual todos los Estados deben hacer frente, pues aunque muchos no lo quieran ver, el libre comercio llegó para quedarse.
Un reciente trabajo de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes (Trade and Techology: Decomposing the rise of the skill Premium in the Colombian manufacturing sector), encuentra como después de la apertura hubo un aumento sustancial en la brecha de salarios entre los trabajadores calificados y no calificados. En otras palabras, mientras los ingresos de las personas educadas aumentaban, los de las no educadas caían o se mantenían constantes.
La tesis central del trabajo afirma que las máquinas modernas necesitan gente educada para operarlas, pero al mismo tiempo son el reemplazo de gente sin educación. El planteamiento es sencillo: el capital intensivo en tecnología, es decir máquinas modernas, requiere para su utilización mano de obra capacitada, es decir gente educada. Por lo tanto, cuantas más máquinas compre una sociedad, más aumentará la demanda por gente educada haciendo que las compañías estén dispuestas a pagar más salarios por atraerlas. Pero el lado malo del asunto es que estas máquinas modernas, terminan reemplazando a las personas no educadas, las cuales son despedidas. Conclusión: aumenta la demanda de las empresas por gente educada y cae la demanda por gente no educada y como resultado aumenta el salario de los primeros en relación con el de los segundos. Por triste que suene, esta es la realidad de un sector privado que quiere competir en el mundo moderno.
La razón de esta situación fue el sustancial aumento en el stock de capital de la economía colombiana, es decir en el número de máquinas modernas que adquirieron los empresarios del país. Para ilustrar este hecho, el trabajo encuentra que en los primeros años después de 1990, el número de máquinas por trabajador se multiplico por tres, algo nunca antes visto.
Este aumento considerable en la inversión se debió a tres principales razones que le facilitaron enormemente la vida a los empresarios que querían modernizarse. La primera tiene que ver con que la apertura coincidió con un acelerado proceso de revaluación del peso, originado en mayores flujos de inversión de portafolio y mayor inversión extranjera directa. Lo anterior motivado en mejoras regulatorias y en las condiciones económicas de nuestro país en aquel entonces. El segundo elemento está asociado con la tremenda reducción a las restricciones para importar (ej. aranceles o licencias previas). El tercer factor está asociado con la mejora tecnológica, o lo que es lo mismo, la reducción en el precio del capital del 15% en el mundo después de 1990. Estos tres elementos, sin lugar a dudas, bajaron de forma dramática el costo del capital importado y por lo tanto el costo del capital total, pues en aquel entonces el 80% de todas las máquinas utilizadas por nuestra economía era traído del exterior. De esta manera, después de 1990 el precio del capital disminuyó más del 40%.
El abaratamiento del capital hizo que la economía se "capitalizara", pues los empresarios multiplicaron por tres sus compras de maquinaria la cual debía ser operada únicamente por personas con educación. Esto trajo un problema para aquellos que no se habían educado, pues disminuyeron sus ingresos con relación a quienes sí habían tenido la oportunidad de hacerlo.
Es por eso que ahora que el libre comercio ha llegado para quedarse, los gobiernos locales y los Estados deben "pararle tantas bolas" a la educación, pues es por este frente por donde se pueden corregir los problemas de desigualdad que genera un proceso de apertura. Es decir, el libre comercio genera para cualquier sociedad, el bonito reto de no tener un solo ciudadano sin educarse.
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