La reforma a la justicia ha dado para todo tipo de reflexiones sobre nuestro sistema democrático. Para algunos analistas, aunque cabe cierto tipo de responsabilidad en nuestros dirigentes, el grueso del problema se centra en los electores que período tras período seguimos votando por representantes que llevan años demostrando, de manera inequívoca, que no dan la talla. ¿Por qué los seguimos eligiendo? ha sido una pregunta reiterativa en estos días. Quiero contar una historia que puede ilustrar el porqué los seguimos eligiendo.
Ángela es una joven caldense que nació en un pueblo de esos que queda a 128 kilómetros de Manizales, pero que para llegar desde la capital se necesitan ocho horas de viaje en carro. Por este motivo, desde muy pequeña viene, como los colonizadores, de pueblo en pueblo buscando oportunidades laborales. Seguramente, algún día acabará viviendo en Bogotá.
No terminó el bachillerato, cursó hasta noveno, ha sido madre adolescente y víctima de la violencia, pero para las estadísticas Ángela no vive en condiciones de pobreza, sus ingresos y sus obligaciones la dejan por fuera de esa categoría. Tiene un empleo formal, lo cual la hace acreedora de un carnet de una EPS y la posibilidad de una futura pensión.
Hace algunos años su papá sufrió una enfermedad y fue llevado al hospital del pueblo donde no lo quisieron atender porque no estaba afiliado a una EPS ni al régimen subsidiado. Gracias a las gestiones de un concejal se logró que lo recibieran, el político se hizo cargo de la cuenta y posteriormente inscribió a toda la familia en el Sisbén. Como es de esperarse, la gratitud de Ángela y su familia con este señor es inmensa.
El concejal, con la ayuda de los votos de Ángela, sus familiares, vecinos y conocidos fue elegido Alcalde. Su gestión se caracterizó por la ineficiencia y la corrupción. La Procuraduría lo inhabilitó por 10 años para ejercer funciones públicas. A pesar de esta situación, está vinculado a un partido, sigue haciendo política en el pueblo y continúa diciéndole a Ángela y su familia por quién votar.
Es por casos como éste, de los cuales debe estar lleno nuestro país, que los seguimos eligiendo. Porque una porción muy grande de los electores no cuentan con las herramientas necesarias para exigir al Estado su obligación de garante (no necesariamente proveedor) de la salud y la educación. Porque nuestros políticos se lucran de esta situación y siguen ejerciendo sus funciones como si fueran favores personales.
Así las cosas, la responsabilidad sobre la elección de nuestros mandatarios no recae sobre esa gran masa de electores que sigue cambiando su voto para poder cubrir sus necesidades básicas insatisfechas. Esa obligación está a cargo de los electores privilegiados que entendemos cómo funciona una democracia y que tenemos que exigir a nuestros gobernantes algo más que seguridad, transparencia, honestidad y eficiencia. Somos nosotros los que debemos poner en la agenda pública la discusión sobre la equidad, la educación y la salud, objetivos de largo plazo y poco rédito electoral.
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