Ya bastante se ha escrito sobre el caso del poco honorable senador Merlano que, embriagado no solo de poder, sino, indecente además, quiso mostrar a unos policías que cumplían con su deber quién era el dueño del poder y lo que se puede hacer con él cuando está en las manos de personas que no tienen recato, carecen de dignidad, no conocen los escrúpulos, pasan todos los límites, se burlan de las leyes y de paso de todos los colombianos.
Su desfachatez lo ha convertido en motivo de burla de todos los estamentos, es padre de grupos en Internet, Facebook y Twitter que piden su renuncia y se burlan de él a diario, sin que a éste se le dé nada, solo porque es un inescrupuloso, hijo de otro inescrupuloso, de quien heredó en la región que representa todos los males de la política, ni una sola virtud en el arte de representar a los pueblos. Basura politiquera, salida de estratos altos, para demostrar que la basura es basura, proviniendo de donde proviniere.
Y es motivo de burla de todos, con excepción de unos cuantos parlamentarios que en solidaridad de cuerpo, cuestionable por supuesto, lo excusan de manera estúpida, para dejar en el inconsciente colectivo, la idea por demás falsa, pero no equivocada (vaya contradicción), que en Colombia el poder se hizo para que los que lo ostentan hagan gala de él, demuestren que tienen licencia para toda clase de indignidades y tropelías. El poder es para poder. Sí, ¡y qué!
El problema no es Merlano, el verdadero problema es que en Colombia estamos llenos de merlanos, cada región tiene los suyos, desde la Guajira hasta el Amazonas y desde el Chocó hasta Arauca, en los litorales, en la zona Andina y en los Llanos, en fin, por todos los puntos de la geografía nacional.
Los tenemos como concejales y diputados; gobernadores y alcaldes; representantes y senadores. Pero existen además merlanos como funcionarios de los tres poderes: del Legislativo, en el que se reproducen como maleza y por supuesto hacen trabajos basura. En el Ejecutivo, en donde no hay hoy escrúpulo alguno y en el que a diario asistimos a la opereta de nuestra anarquía institucional, una demostración de lo que no es el arte del bien gobernar.
Tenemos merlanos en la oposición, desesperados por la pérdida del poder, tratando de desestabilizar esta endeble democracia a punta de graznidos de cuervo, aunque se oigan como aullidos de hienas que hipócritas hacen aparecer como trinos de alondras. "Pájaros", de todas maneras.
Merlanos acá, allá y acullá. Perturbados que ebrios de poder creen poder hacer lo que quieran, donde quieran, como quieran, sin que, creen ellos, exista posibilidad alguna de ponerles freno, porque ellos representan el poder. ¡Vaya forma de demostrar el poder!
En casi todos los que nos gobiernan, con las excepciones que confirman la regla, existe un pequeño imbécil, un "merlanito" que sale a relucir cuando tienen que hacer demostraciones públicas en las que defienden lo indefendible, con indecencia, altanería y soberbia. Ese mal endémico de los políticos colombianos ha convertido nuestra nación en un verdadero retrete en el que estos inmorales funcionarios públicos hacen todas sus necesidades, para demostrarnos que ellos se pueden "cagar" en el que quieran, impunemente, arbitrariamente, abusivamente, despóticamente. En fin, el club de los cínicos en su máximo apogeo.
El zoológico político nos ha mostrado innumerables ejemplos de merlanos que viven de la política, se alimentan con la política, se enriquecen con la política y vuelven la política, arte de gobernar a los pueblos, en una actividad degradada, con precio, comprable o vendible al mejor postor.
Todos saben cuáles son los merlanos de sus departamentos. Lo saben en Antioquia, con Antonio Valencia, Óscar Suárez, Gabriel Zapata, Rubén Darío Quintero, Luis Pérez, Valencia Cossio, Humberto Builes, Mario Uribe, Guillermo Gaviria. En el Atlántico, con David Char, Dieb Maloof, Vicente Blel. En Bolívar, con Ciro Ramírez, William Montes y Jorge Castro. En el Cesar, con Álvaro Araújo y Mauricio Pimiento. En Córdoba con Reginaldo Montes, Julio Alberto Mancar, Zulema Jattin, Miguel de la Espriella. En Sucre con Antonio Guerra de la Espriella, Álvaro García, Jairo Merlano, Jorge Visbal Martelo. En Santander con Óscar Josué Reyes, Iván Díaz Mateos, Luis Alberto Gil. En el Valle con Juan Carlos Martínez, Dilian Francisca Toro Gutiérrez. En Caldas, con Luis Guillermo Giraldo, Marco Aurelio Giraldo, los Tapasco, Emilio Enrique Ángel, Dilia Estrada, los Yepes Alzate, Óscar Tulio Lizcano, Mauricio Lizcano. Y no están todos...
Eso para solo nombrar algunos merlanos que son una deshonra para la política, convertida en el más grande de todos nuestros males, la causa de todos los otros que tenemos, no me cabe duda
El caso del edil Edgar Riveros, en Bogotá, sirve para mostrar que tienen licencia para violar la ley, que para ello tienen la ayuda de algunas autoridades, que con esa permisividad, ayudan a que estos imbéciles se burlen de la ley.
Mientras tanto Merlano, el de verdad, merece que le rasguen la investidura para siempre...
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