La arrogancia personal, la prepotencia o la impotabilidad social hacen parte de la personalidad del individuo y no deberían ser siquiera cuestionadas por las demás personas. Lo mismo sucede con el trato que ese individuo tenga con los otros seres humanos, incluyendo sus subordinados. Son parte su temperamento y pertenecen a la intimidad personal o a sus relaciones laborales.
Pero si esos comportamientos alcanzan a traspasar las meras consecuencias personales y trascienden a las instituciones que representan, entran en el juego diferentes actores y las consecuencias de los actos del individuo dejan de ser parte del fuero personal y se vuelven un problema general. Y cuando se trata de un alcalde, pasan a ser un problema municipal y social.
En diferentes escenarios se me ha preguntado sobre las razones que me motivan a asumir una posición tan crítica en relación con el alcalde Jorge Eduardo Rojas. Y la respuesta está en la pobre producción de su administración. Y en la decepción que produce ver a una Manizales deprimida, sin un norte claro y con ausencia absoluta de liderazgo. Ver una ciudad que está siendo relegada por sus vecinas y sobrepasada en todos los índices posibles. Ver una ciudad que no tiene una vocación definida ni proyectos claros hacia el futuro. (Hay un claro ejemplo: el último indicador aportado por el sector financiero, es que Manizales -históricamente sólida en captaciones y colocaciones del sector bancario- fue sobrepasada por Pereira en más de un billón de pesos en los últimos siete meses.) Y mientras tanto, el Alcalde sumido en su lucha intestina y en la macartización de administraciones pasadas que le sirven de disculpa para su inactividad.
Pero ahí no queda todo. Los únicos proyectos presentados ante el Concejo Municipal en ese último período adolecieron de bases jurídicas, económicas y técnicas y fueron abundantes en improvisación y huérfanos de sustentación. Hasta tal punto que fueron precisamente los concejales de la bancada de gobierno quienes hundieron dichos proyectos y quienes fungieron de oposición, pues no tuvieron otro remedio.
Bien hizo, por ejemplo, el concejal John Hebert Zamora López, del partido conservador y miembro de la bancada de Gobierno, al analizar con un poco de profundidad el proyecto de endeudamiento pobremente presentado por la administración y objetarlo por inconsistencias legales. Un proyecto que pretendía recortar las inversiones en vivienda de interés social de San José y población vulnerable del Municipio de Manizales en 3.500 millones de pesos, demuestra mucho de insensibilidad social, de incomprensión y de indolencia con un sector de la sociedad que espera de la Administración unos ojos más benevolentes para con sus necesidades. Y después argumenta el Alcalde que no existen recursos disponibles para necesidades básicas de esa comuna. (Cuando lo que no existe es voluntad de la administración para continuar con un proyecto de inmenso contenido social, económico y de desarrollo, porque no fue concebido en su propia administración).
Pero además, la intención de un nuevo endeudamiento del municipio pero sin especificar la tasa, el plazo ni los costos financieros, no puede ser considerada seria ni con bases sólidas para la toma de decisiones.
Igual sucede con el hundimiento de la otra iniciativa, relacionada con la creación de la nueva Secretaría del Medio Ambiente. Es inaudito que se presente un proyecto de esta magnitud sin los estudios técnicos que lo sustenten y, para colmo de males, la administración trate de defenderse diciendo que no se requieren. Pues hay que decirle a esta Administración que la ley 909 de 2004, en su artículo 46, determina claramente la exigencia previa de los estudios técnicos para la modificación de las plantas de personal, hecho sobresaliente en el proyecto presentado.
No es justo pues con Manizales que sigamos a la deriva, y que la hostilidad del alcalde siga alejando a la Administración de actores tan determinantes como los concejales. Y que genere, además, las ya acostumbradas deserciones de sus colaboradores inmediatos quienes, cansados de sufrir de primera mano las iracundias de su jefe, salen despavoridos de la administración en busca de su dignidad personal. Esta rotación permanente del personal de mando en una administración no es benéfica para nadie. Porque se entiende que los integrantes del gabinete son ejecutivos de primera mano investidos del poder para tramitar, sociabilizar, gestionar y abrir las puertas a nombre del municipio, y no es sano que los terceros, proveedores, contratistas o futuros inversionistas tengan que interactuar con nuevos personajes cada vez que arriban a Manizales.
De manera pues que, en este caso, ese fuero íntimo de la persona del alcalde sí está traspasando las fronteras de lo personal y causando un gran perjuicio al desarrollo y progreso de la ciudad. Por eso mi actitud crítica y muchas veces descarnada; y por eso mi insistencia en que se tiene que producir un cambio efectivo en las actitudes del Alcalde y sus inmediatos colaboradores, si queremos aspirar a que esta ciudad se reactive y se encamine por la senda del progreso. De lo contrario, solo tendremos durante tres años y medio más a un gran Rey, que se arriesga a quedar sin reino y sin plebeyos. Y eso, además de ser lesivo para el ego del soberano, es catastrófico para el futuro de la ciudad. Alcalde: ¿Para dónde vamos?
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