Como anticipo al día del taita, van perfiles mínimos de algunos colegas que han enaltecido el oficio:
Homero Simpson: En lugar de ser el papá de sus hijos, Homero parece el hijo de sus propios hijos. En la historieta, los padres parecen clonados de sus ruidosos muchachos. Los Simpson cambian el respeto a la autoridad por una partida de bolos. Homero es un lapsus en su propia casa. Podría no existir. Es más importante el pasajero de cualquier bus de Springfield que el pobre hombre. Homero desacreditó el oficio de padre. Nadie concibe a Homero sin su vozarrón y sin sus quejumbres. Se le reconoce que le haya dado estatus al llanto. Él y su esposa tienen cara, caminado, hablado, angustias de quienes jamás hicieron el amor. Tuvieron sus hijos por correspondencia. El día del padre, Homero maneja el control a distancia del televisor cinco minutos seguidos. Después vuelve a su anonimato.
Pancho, el marido de Ramona: Como don Fulgencio, nunca tuvo infancia. Pancho y Ramona no se casaron: se fueron a vivir con sus propias monotonías. Pancho recibió la mujer por cárcel. Su mujer también. Si a Pancho nunca le alcanzó para la fidelidad, mucho menos para la infidelidad. Forman la típica pareja que se casa para no caerse de la cama.
Lorenzo Parachoques, esposo de Pepita: Siempre serán felices aunque nunca sabrán el porqué. Parachoques es de aquellos fulanos que no consiguen mujer, sino al contrario. En matrimonios como éste la mujer saca al marido del anonimato. Como en el caso de María y José, padre de Jesús, Parachoques es de esos maridos que nunca tendrán plata, ni estrés, ni úlcera, ni nada. Si fuera por él se quedaría vivo toda la vida.
Eneas Flores de Apodaca, simplemente Eneas: Es el prototipo de esos mariditos oprimidos que no salen de debajo de la cama "porque aquí se hace lo que yo obedezco". Eneas es de esos que no nació, sino que lo fundaron. Es sospechoso de todo un hombre que conoció el mar, no en compañía de su esposa, sino de Benitín, su íntimo amigo. Cuando vio el mar por primera vez, a Eneas solo se le ocurrió decir: "Y eso que no se ve sino el agua de encima, compadre".
Olafo El Amargado: Nunca será carne de los A.A. (Alcohólicos Anónimos). Es mejor marido Tarzán y mejor papá Homero Simpson. El sueco Olafo no se casó con, sino contra Helga. Toda la quincena se le va en trago, lo que no tiene nada de original, como el famoso pecado ídem. Lo raro es que nunca se ha sabido un carajo sobre la educación sexual que le dieron a su hija Astrid. Y que esto suceda entre suecos es extraño. Bebe cerveza con tanto deleite que su historieta cómica debería tener esta leyenda: el alcohol y Olafo son perjudiciales para la salud.
Adán: en graciosa reciprocidad divina por haber sido el primer papá, nunca tuvo suegra. En cambio, tampoco tuvo novia, sino mujer de una sola vez. Lo que no deja de ser un inconveniente porque de ciertos matrimonios lo único rescatable es el noviazgo. Pero como el hombre mata lo que más ama, las parejas terminan casándose. Adán fue el Luis XIV de Eva. "El amor soy yo", le dijo, y hoy día somos más de siete mil millones de personas. Compartían todo, hasta una puesta de sol. O la caída de la hoja (de parra) que le despertó el erotismo a papá Adán. En reciprocidad por haberlo convertido en primer papá, Adán le regaló este bello epitafio a Eva, según Mark Twain: "Donde quiera que ella estuviera, allí estaba el Edén.
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