Y se desmorona el país… A medida que pasa el tiempo y que los sectores activos de la economía se sienten acorralados, diezmados, acosados e impotentes, se van organizando para elevar sus propias protestas y salen entonces a flote todas las falencias de un gobierno que se ha dedicado a seguirle el juego a los bandidos de las Farc y a entregar el poder, la dignidad y las grandes decisiones al arbitrio y voluntad de estos criminales.
Lo que está pasando en el Catatumbo es una muestra clara de la incapacidad del Gobierno para enfrentar las dificultades que su indolencia genera. Una vasta región que completa ya cuarenta días en paro, dominada por una anarquía abiertamente direccionada desde La Habana, no puede serle ajena a ningún colombiano. Y aunque parece que para el único que esto no reviste gravedad es para el Gobierno Nacional, la nación entera se ve afectada y reclama acciones efectivas para solucionar definitivamente esta situación. Y no propiamente con soluciones mediocres, efectistas o demagógicas como las que propone el vicepresidente Garzón (elevar a consulta popular si se quiere que una región siga bloqueada y anarquizada), sino con soluciones de fondo que, a la par con el ejercicio del mandato que la Constitución le exige a la Fuerza Pública, se entre a desterrar la mano criminal de las Farc de esa región y de esos movimientos, y se genere el alivio que justamente reclaman los habitantes que de verdad sufren las injusticias.
Porque lo que hoy se vive en esta importante zona del país es una bomba de tiempo que se va diseminando por toda nuestra geografía. El paro minero que padecemos; las protestas populares que degeneran en el bloqueo de importantes vías nacionales; la concentración de diferentes sectores agropecuarios que se resienten por las medidas absurdas del Gobierno; los cafeteros dispuestos a hacer respetar su justa posición, en contravía de un Gobierno connivente con la Federación de Cafeteros ya obsoleta, anquilosada y anacrónica; los transportadores fraguando silenciosamente su propia protesta; la salud en su estado más caótico: la educación injustamente distribuida; y un largo etcétera de injusticias originadas en el descuido o la incapacidad gubernamental, están llevando a nuestro país a un estado de postración verdaderamente lamentable.
¿Y qué hace el Gobierno Nacional? Arrodillarse sumisamente ante los quereres de la cúpula de las Farc, y ceder espacio, gobierno, soberanía y honor en busca de reconocimientos políticos que le garanticen réditos electorales. ¿Y el país? Poco importa, pues la concentración del presupuesto, la burocracia, las dádivas y los direccionamientos políticos son todos tendientes a fortalecer una imagen y a mantener una maquinaria que se tiene que engrasar para la reelección. ¡Qué tristeza!
Pero aparte de todo, nos nacen unas preguntas: ¿es esto lo que se quiere reelegir? ¿Quiere Colombia, de verdad, la continuidad de un Gobierno débil, sumiso, entregado, arrodillado y dispuesto a feriar nuestra dignidad? ¿Merecemos la gran mayoría de colombianos seguir mirando impotentes cómo nos dominan unos cuantos delincuentes que en su vida solo pueden mostrar atrocidades, vandalismo, tráfico de estupefacientes, secuestros, asesinatos, violaciones, mutilaciones, crímenes y atrocidades?
La verdad, nunca como antes se nos había generado este sentimiento de solidaridad con quienes elevan sus voces ante las injusticias que padecen. Porque son tal vez las únicas voces capaces de sentar una posición radical y las únicas voces que se mantienen dentro de la realidad nacional. Las demás, son voces acalladas por la mermelada que hábilmente ha distribuido el Gobierno, o manipuladas por una prensa silenciosa y aliada, por la distribución de una pauta oficial nacional tasada hoy en billones de pesos.
Pero lo más triste es que apenas comienza el caos. Lo que falta por pasar en medio de tantas necesidades y de unos procesos electorales que se avecinan, no tiene nombre. Ya el país está hastiado de actos demagógicos; de palabras envalentonadas que no conducen a nada en concreto; de promesas temporales para silenciar las protestas que a la postre se incumplen y generan más malestar e inconformidad; de pañitos de agua tibia ante problemas de magnitudes incalculables. Ya el país se está dando cuenta del gravísimo error que cometimos al elegir a un hábil jugador que hoy le apuesta a su propio beneficio político, en detrimento de una Colombia que llora con amargura su presente y teme con razón por su futuro. Y al paso que vamos tendremos que entrar en paro todos los colombianos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015