En las comunidades pobladas por gentes que estiman sus valores, les nace el empeño de conquistar un nivel de vida sobresaliente. Y tienen en su seno una vanguardia de congéneres, que concentran los anhelos de sus gentes, inyectan los suyos propios y con todo esto unido, salen a terreno a dar las batallas a que haya lugar.
Estos intérpretes de la sociedad en la cual viven, son aquellos que han escalado posiciones prominentes, respaldados y distinguidos por el querer popular. Por lo tanto han adquirido la inmensa responsabilidad de respetar y satisfacer este respaldo, con logros efectivos y concretos.
Las voces de esta eminencia social son altivas, convincentes, sonoras. Practican la controversia, la cátedra, la discusión, la lectura, la tertulia, es decir todos aquellos ambientes que exigen sabiduría, convicción, convencimiento y naturalmente el don de la palabra que allí se pule.
En Colombia tener estas personalidades constituye un activo fundamental para que sus ciudades y departamentos tengan un lugar prominente en el centro de los acontecimientos, donde se hace el reparto de las grandes posibilidades.
Estas condiciones distinguieron a Manizales hasta un reciente pasado. Hoy no es así. En tertulias de Bogotá a las cuales asiste cada viernes este columnista y que reúne a unos quince senior con excelentes antecedentes en la actividad pública y privada de Colombia, se pregunta qué ha sucedido en la ciudad que tanto menciono, hasta hace poco apreciada por la calidad de los prohombres que producía. Todos personajes de gran importancia nacional, distinguidos por su elegancia, con el don de la palabra a pie de boca y que por su porte se integraban en forma natural a la alta y ácida sociedad bogotana.
Estas inquietudes de tanta importancia dieron lugar a escribir este artículo.
Es verdad. Se recuerdan esta clase de ciudadanos gloria y prez de esta región del país. Gallardos, bien vestidos por una serie de sastres ya desaparecidos, luciendo corbatas importadas símbolo da la elegancia y el buen gusto, hoy ignoradas y remplazadas por desabridas camisas abiertas que a la vista parecen de recambio semanal.
Son dos mundos, el de un pasado refinado en el vestir y en el decir, de un conversar elocuente y de gran fuerza en la exposición. Era una voz escuchada y respetada. El otro, que hoy domina el ámbito social, a la vista usa un traje desaliñado o heredado y otro alterno colgado en una silla de su cuarto, que turna a su manera. Toda una tragedia que deprime. La economía es la regla dominante. El bluejean es la prenda preferida. El conversar es a tropezones.
Cada vez quedan más pocos pertenecientes al primer mundo. Malo, porque al mismo tiempo la ciudad pierde imagen y presentación, expositores y voceros, cuando más necesita.
Recientemente un editorial de LA PATRIA, con tristeza exponía la pérdida conceptual de la ciudad de Manizales en la lista jerárquica de las capitales de Colombia. Nadie que se sepa, exceptuando el respetado editorialista, ha manifestado preocupación.
Por qué ha sucedido este preocupante desplome, si se supone que aquí también debe haber una clase dirigente, hijos y nietos de padres de gran envergadura y de una compostura ejemplar.
En esta ciudad existieron titanes que constituyeron bancos, corporaciones, empresas, industrias de gran nivel, los primeros exportadores en Colombia de bienes adicionales al café. Gentes que no se rendían y enfrentaban hasta lo imposible. Contra todos los absurdos, se trajo a estas adversas montañas el ferrocarril y se construyó el cable aéreo más largo del mundo, ambas maravillas que nadie recuerda y que el mundo está reviviendo.
Pero de todo esto que aquí se escribe muy pocos quedan para recordar. Y si acaso alguno aun vive, con seguridad no tiene mente para el presente y menos para el pasado. El público restante ni siquiera lo lee. Estamos arando en el mar. Nadie de la élite manizaleña se atreve a la gesta de comandar un rescate de esta, su ciudad.
Hoy la bandera de Manizales solo la ondea el Once Caldas, sin público en las graderías, con jugadores antioqueños, argentinos, uruguayos, santandereanos. Del lugar solo uno, asiduo permanente de la banca. Su dueño, una firma extranjera.
No puedo terminar este escrito sin lamentar la salida de Guido Echeverri de la Gobernación de Caldas. Un personaje formidable de los que este departamento necesita con urgencia.
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