Hace muchos años un náufrago llegó a la playa de una isla deshabitada en la que, aguzando su ingenio, aprendió a sobrevivir.
Cada día oraba sin tregua a Dios pidiendo ser rescatado y también escudriñaba el horizonte buscando una ayuda que nunca llegaba.
Se construyó una cabaña de madera para protegerse de los elementos y almacenar sus pocas pertenencias.
Una noche, después de merodear por la isla en busca de alimento, regresó a casa y vio su cabaña envuelta en llamas.
Había ocurrido lo peor, el humo ascendía al cielo y el fuego devoraba todo. Entonces gritó con rabia: Dios mío, ¿cómo me haces esto?
Su fe estaba vuelta añicos. Horas después su corazón saltaba de gozo cuando vio que un barco se acercaba a la isla.
Al llegar le dijeron: "Vimos su señal de humo y nos apresuramos a venir para ver qué pasaba".
A él y a tantos una crisis los llevó al espacio del ser y, lo que veían como malo, fue una experiencia con un halo sagrado.
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