Señor, la verdadera sabiduría nace de serenarme, viajar hacia adentro y sentirte, Dios mío, en lo íntimo de mi ser.
Solo así tomo decisiones acertadas y acepto los hechos y las personas con una profunda compasión.
Las pausas me ayudan a escudriñar mi conciencia y examinar mis actitudes y mis posiciones.
Y lo mejor es que al hacerlo puedo ver aspectos distintos y llegar a la verdad verdadera.
Al calmarme, Señor, llego a lo mejor de mí mismo, soy cauto y escojo el camino justo.
Mi reto es ir más allá de las apariencias y no caer en la red de los falsos juicios y los malentendidos.
Cualquiera que sea el problema, avanzo si el amor me lleva y hay pureza en mi mente y mis acciones.
Padre de amor, solo hay una riqueza por la que vale la pena luchar: amarte y estar en paz.
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