La única rutina sana es la de aquel que repite algo por dedicación como el investigador con sus ensayos.
Sin embargo, esa rutina no es tediosa cuando tú amas lo que haces y pones el corazón y el alma.
Muy diferente a la monotonía que abruma al que se instala y se resiste el cambio; un ser hermético con un alma sellada.
Por lo mismo, pellízcate, abre los ojos del alma y mira qué cambios debes hacer. No los aplaces para un mañana que acaso no vivas.
Respira hondo y siente el gozo de estar vivo. Sé creativo, haz alguna locura y observa a los niños.
Ellos te enseñan a vivir cada día como lo que es: una aventura y un regalo de Dios.
Mira a los publicistas que cambian e innovan cada día y busca que los cambios te muevan a transformaciones internas.
La vida tiene sentido si escudriñas tu conciencia y enciendes lucecitas de esperanza. Mira las estrellas si tienes los pies en el barro.
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