La frecuencia de la palabra aumenta: cuando en la pantalla del televisor aparecen las caritas infantiles de quienes buscan a sus padres resalta en aumento la frase: "no registra" cuando se señala al padre o a la madre; es alto el porcentaje de los padres que no registran, es decir que no aparecen como tales, que se han escondido, que han huido de tan inmensa responsabilidad como es dar la vida; duele constatar que ya es frecuente que junto a la palabra madre aparezca el fatídico no registra.
Esto quiere decir que es alto el número de hombres y mujeres que después de dar a luz un bebé no registran, no cuentan como papá o mamá es decir que han claudicado de la misión paternal o maternal que hace que el ser humano supere el papel de reproductor de la especie que al menos algunos animales saben cumplir con presencia y valentía.
Dejar la responsabilidad vital se ha convertido en común denominador en medio del pensamiento hoy; son multitud las personas que trabajan, optan por un modo de vida especial y asumen el derecho correspondiente; salario, labor, ocupación pero sin asumir el deber que acompaña: permanecer, perseverar, mejorar, cumplir el objetivo del hecho vital.
Es frecuente el caso de la mujer, casi siempre muy joven que empieza a recorrer muy pronto, aún con el niño en brazos, los juzgados, las oficinas, notarías y despachos parroquiales recogiendo los datos suficientes para iniciar el reclamo de alimentos tarea que es negada por muchos papás que engendran, pero no vuelven a responder por su hijo, lo abandonan a la suerte de una joven madre que no puede o no sabe trabajar y como consecuencia quien recibe todas las malas consecuencias es el bebé para quien no se abren muy buenas perspectivas de futuro.
En el fondo de todo esto cabalga el instinto que ha soltado la mano del amor y por consiguiente solo hace del placer el móvil de todo encuentro de pareja y hace que se hunda en lo profundo el sentido claro del amor que es el fuego que mantiene la marcha, el hogar, la comunidad, la familia.
Se puede dar el condón o preservativo a toda pareja que va a engendrar, pero esto nada soluciona en orden al hijo que llega; seguirá el "no registra" si no es el amor el móvil de toda unión de quienes dicen quererse.
Estamos poniendo en el rincón del olvido los cuatro verbos que San Pablo en su célebre himno al amor (I Cor. 13) resalta como señales de un verdadero amor; San Pablo enmarca el amor en su legítima expresión en estos cuatro verbos: disculpar, confiar, esperar y soportar.
Quien desee amar de verdad debe aprender a conjugar estos cuatro verbos y expresarlos en lo cotidiano; quien no sabe disculpar a la otra persona no sabe de la realidad humana que tantas veces por enfermedad, cansancio, error o tentación no da la medida de lo esperado o cae en algún faltante de medida.
El amor no es solo emoción es sobre todo convicción, vida, vigor.
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