Un hombre rico se sentó al lado del sendero para comer y descansar en su camino de regreso a casa después de un largo viaje.
Estaba disfrutando de la comida, pensando en sus ganancias, y contemplando con placer el momento en que llegaría a su hogar.
Mientras comía, un viajero, jadeante y hambriento, llegó de la dirección opuesta.
El comerciante lo saludó, y le preguntó cómo andaban las cosas en su ciudad.
-Todo está bien.
-¿Conoces mi casa? -¿Cómo están mi esposa e hijo?
-Sí, tu hijo está bien, y su madre prosperando.
-¿Qué hay de mi camello?
-Sano y satisfecho
¿Está mi perro guardando la casa?
-Como siempre, leal y esperándote.
Con la última ansiedad posible borrada de su mente, el mercader comenzó a comer con renovado apetito.
No ofreció nada al otro viajero, quien pensó que quizá podía darle una lección.
Una gacela pasó corriendo, y el viajero suspiró profundamente.
-¿Cuál es el problema? -Preguntó el comerciante.
-¡Estaba pensando en que si tu perro no hubiese muerto, había sido capaz de alcanzar a esa gacela.
-¿Mi perro muerto? -¿Cómo ocurrió?
-¡Comió demasiada carne de tu camello!
-¿Mi estimado camello, también muerto? -¿Cómo ocurrió eso?
-Fue sacrificado para proveer el funeral de tu esposa.
¡Mi esposa! ¿Cómo puede ella estar muerta?
-¡Ella murió de pena cuando tu hijo murió!
-¡Mi hijo! ¿Que le ocurrió a él?
-¡Tu hijo no sobrevivió al derrumbamiento de tu casa!
Ante esto el mercader se levantó, hizo trizas su ropa y corrió llorando hacía el desierto.
Tomado del libro: ‘El buscador de la verdad’, de Idries Shah.
A veces, las personas se encuentran tan ensimismadas en su mundo personal, que no piensan ni por un instante en las circunstancias que otros a su alrededor están viviendo. También es cierto que hay asuntos que deparan atención y tiempo, y precisamente, es esa actitud de concentración, la que permite tener resultados efectivos.
Sin embargo un ser humano, humano, jamás puede ser indiferente ante las particulares situaciones de los demás.
Claro está que el aprendizaje del respeto y la consideración por las demás personas, es un hábito que se crea mediante el ejercicio cotidiano de actitudes encaminadas a hacer visibles otros seres humanos, así entonces, ponerse en los zapatos del otro, y en algunas oportunidades darse cuenta de sus necesidades y apoyar sin esperar reconocimiento, sería la adecuada respuesta ante algún suceso difícil o dramático.
Indudablemente, que pasar de la orilla personal a los otros costados requiere cierta dosis de humildad, valor muy escaso en la sociedad actual, que hace ingentes esfuerzos por mantener inflados los egos, y que usa y se ingenia toda clase de subterfugios para enmascarar emociones y sentimientos.
-A propósito: ¿Cómo evade usted su realidad?
Una manera de no tener conciencia de la realidad, es verla a través del lente de un ego inflado, es escuchar una vocecita que te dice: ‘Todo está bien, no te preocupes, ocúpate solo de ti, es lo único importante’.
En el tránsito por la vida , con alguna frecuencia se escucha la frase: ‘mover el piso’, usada para referirse a un evento que pone a pensar a una persona y que en ocasiones incluso llega a causar dolor emocional, además de que tales eventos pueden llegar a quebrar la historia familiar o afectiva.
-¿Recuerda alguna situación que le haya movido el piso?
-¿Aprendió algo de esa experiencia?
-¿Y usted: qué hace para hacer más humana su existencia?
*Psicóloga
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