Madrugó el expresidente Uribe a levantar la colcha para mostrarnos el nido en donde guarecen sus candidatos a la presidencia de la república. Con excepción del coterráneo Zuluaga y la señora Ramírez, que están muy lejos, a una altura inaccesible de sus rivales, los demás son unos buenos ciudadanos, bastante grises para el desempeño de la alta dignidad a la cual son promocionados. Les queda grande una gobernación. Son personajes de medio pelo, de vidas discretas, además veleidosos y desleales, caracterizados por sus devociones cristianas y su discreto comportamiento en los cargos que han tenido. Se observa que a ese equipo le falta el refuerzo de José Obdulio Gaviria, el mentor ideológico del uribismo, ¡tan humilde! y el quindiano Luis Carlos Restrepo, perseguido ahora por la justicia. Ah, cómo excluir a Sabas Pretelt y Diego Palacios de tan estigmatizado prontuario criminal.

Fue Carlos Lleras Restrepo, en una justa electoral por el primer cargo de la nación, quien animó a los que soñaban cubrir sus pechos con el tricolor patrio, con estas palabras: "patos al agua". Eso ha ocurrido ahora. Los pichones del Puro Centro Democrático, de escasas plumas, han comenzado a chapucear en un océano de aguas procelosas.

Óscar Iván Zuluaga merece todo nuestro respeto. Histórico alcalde de Pensilvania, gerente eficaz de empresas importantes, connotado parlamentario, brillante ministro, orador eximio, economista sabio.

Sin embargo, su candidatura tiene enfoques negativos. José Obdulio Gaviria que tanto pesa entre los suyos, dijo, no hace muchos meses, que el expresidente Uribe necesitaba elegir un segundón en la dirección del Estado, para ejercer el poder real detrás del trono. Dudamos que Zuluaga tenga alma de suplente para acomodarse a las exigencias de quien fuera su superior en años anteriores. De ser elegido para actuar con independencia (como debe ser) seguramente tendría que enfrentar al caviloso exmandatario para recorrer el mismo vía crucis de Juan Manuel Santos.

Hay un pero superior. La candidatura de Óscar Iván Zuluaga no pegó entre las huestes uribistas, ni tampoco en la opinión nacional. Las encuestas le son adversas. Le va a ocurrir lo mismo que a Augusto Ramírez Ocampo y Juan Camilo Restrepo. Ambos tenían aureolas respetadas dentro del Conservatismo pero el partido los abandonó en la hora de las decisiones y no llegaron ni siquiera al partidor. Raro fenómeno. Alguna alquimia misteriosa debe existir entre el candidato y el alma difusa del pueblo. Cuántos prohombres son admirados y exaltados por sus ejecutorias, pero hasta ahí, no más. Se les niega la franquicia de las urnas.

Merodea -coqueta- en las toldas uribistas Marta Lucía Ramírez. En anterior contienda presidencial quiso y buscó ser la candidata de nuestro Partido. Ramírez es una mujer inmensamente preparada. Es legítima su ambición de ser presidente de Colombia. Ese desaforado apetito de poder la ha desorientado políticamente. Está convertida en una inestable veleta. Implora la bendición del autócrata en la infantil creencia que de lograr esa pasantía entusiasmará también a los votantes conservadores. Se equivocó en el merodeo de las alianzas. Ahora la señora Ramírez se acomoda en el nicho del Virrey, sin abandonar la casona conservadora. Si imaginariamente llegara al poder, sería una marioneta incondicional del imperial expresidente. El conservatismo cometería un suicidio histórico si la escogiera, en la actual coyuntura, como su enseña electoral.

No vale la pena hacer referencia a los otros candidatos. Son unos asteroides menores de muy poco peso para conquistar el solio de Bolívar.

Álvaro Uribe otra vez ha polarizado el país. Gústenos o no, las elecciones venideras para congreso y presidencia, girarán inevitablemente entre dos fuerzas antagónicas: santismo y uribismo. Entre la Alianza Nacional y el Puro Centro Democrático. Entre una derecha repulsiva, fanática y sectaria y una fuerza equidistante de los extremos, que suma y concita la adhesión de los buenos colombianos.