"La libertad tiene su precio"
El espejo pintado, como se conoce al cine, se mancha con una película inquietante, pero muy poco convincente. Los juegos del hambre, adaptación de un libro de amor juvenil con tintes políticos, engancha, pero faltan las partes, los detalles para poder asumir su mensaje con más fuerza. La trama es atractiva: una sociedad pactó para poder ser pacífica que cada año se celebren unos juegos, en donde 24 participan y solo uno gana: la forma de competir es canibalesca, como a veces es la televisión con sus espectadores. La relación de conmover hasta la saciedad, ofrecer entretenimiento con el dolor y la tragedia, no es tan lejos de la realidad, como lo son unos juegos del hambre.
Inquieta saber cómo un reality show, donde el poder mediático es más grande que el político, sume a una población –la paraliza y la mantiene conectada a los designios de unos individuos que se juegan la vida para sobrevivir-, y todavía aún más inquieta saber cómo es manejado el juego: la realidad es simulada, la capacidad de la productora es la de jugar con el tiempo, controlan al público, pero hasta los creadores saben muy cínicamente que es un método de ofrenda a los dioses, -en la película el fetiche mayor es la TV- y los jugadores son tributos obligados para mantener el orden.
Así que la trama tiene una subtrama: no es solo un reality, tampoco son los juegos del hambre lo peor, lo significativo está en lo supra, en lo que hay afuera del juego: un poder que impide a la sociedad levantarse y reclamar lo suyo. De hecho, lo central –aunque el gancho sea un supuesto amor juvenil y un reality grotesco- es ver cómo una sociedad se encuentra doblegada, con un contentillo visual y fastuoso, que al tiempo es su acicate. Por tanto, la máxima es, por sobre todas las cosas: "Si en verdad quieren sobrevivir, deben caerle bien al público".
Ahora, esa dominación ejercida por medio de un comodín audiovisual no es lejos de verlo en la realidad: las pantallas nos postran, la sensibilidad nuestra es moldeada por la caja boba, nos alimentamos de ese sustrato televisivo para apreciar la realidad. Y la fábula es también recreada en otras películas como 1984 o The Truman Show, y en esta falla el manejo de personajes, lo frío del relato dentro de una historia tan abrumadora y llena de expectativas, sus antecesoras no escatiman en el mensaje, ni en darles fuerza a los personajes. En la saga Los Juegos del hambre, la potencia del mensaje es detenida porque siempre nos hacen creer en una heroína, que si bien está muy bien representada, parece más una figurilla de un video juego, como ya han dicho otros, que de un personaje de una historia fuerte.
Los ganadores casi son coronados desde el inicio y aunque en el juego se ve el suspenso, la dificultad, lo imperioso de quien controla sobre los jugadores, los personajes no son del todo un gancho, les falta, lo que sobre de material para la película le queda faltando en lo relacionado con sus personajes, al tiempo que hay una deuda en cómo se cuenta.
Es apenas un relato simplista de un tema complejo. El gobierno de espejos se hace intensivo cuando el autor de los juegos posa de un tipo sabio despiadado, tanto que sabe cómo ir moldeando a sus espectadores en su show, sentencia: "Un poco de esperanza es adecuado, mucha, es peligrosa". Así que la heroína podrá acumular una emotividad propicia para el levantamiento de las masas y es mejor no darle mucha capacidad a su personaje –pero eso por estrategia de control, no como forma de caracterizar a un personaje-, allí entonces, el que alguna vez ganara y fuera el mentor de los del Distrito 12- la zona más pobre del país de los hechos- persuade al encargado del programa para que la heroína y el público sean uno solo: "Si no logras espantarlos, dales algo que les guste... un amor juvenil".
Los juegos del hambre, saga mucho más eficaz y promisoria que la de Crepúsculo, es toda una forma de allanar el mercado juvenil, con un poco de violencia, un tanto de mitología, una pizca de tinte político, una variada estética rocambolesca y de pastiche, glorificadora de la tecnología y del gusto kitsch más el ingrediente principal: un show, se erige una película que si bien entretiene y en cierto modo inquieta, deja unos sinsabores, a lo mejor producto de la masificación de una historia apta para favorecer un consumo masivo y por tanto toca esperar un año más para ver cómo logran ser más efectivos.
País, año, duración: Estados Unidos, 2012, 142 minutos.
Director: Gary Ross
Guión: Gary Ross, Suzanne Collins, Billy Ray (Novela: Suzanne Collins).
Fotografía: Tom Stern.
Reparto: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Elizabeth Banks, Stanley Tucci, Liam Hemsworth, Woody Harrelson, Donald Sutherland, Toby Jones, Lenny Kravitz, Wes Bentley, Paula Malcomson, Isabelle Fuhrman.
Música: James Newton Howard, T-Bone Burnett.
Productora: Lionsgate / Color Force.
Género: Ciencia ficción.Aventuras | Thriller futurista.
Página web: http://www.thehungergamesmovie.com
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