john.giraldo.herrera@gmail.com
Con bombos y platillos se anunció el primer estreno de una película colombiana en el 2013. Los bombos resonaron en los medios, los platillos en la sala cuando vimos la película. 57 copias de un filme que tiene como objeto mostrarnos una Medellín, plácida en sus interiores, con cierta vertiginosidad en sus espacios públicos, y peligrosa en sus exteriores. El pretexto, una historia de amor entre extremos. Un joven, estrato medio llamado Camilo, un día –la forma como nos reúne las condiciones es un cliché curtido- se une a la delincuencia, cuidando un “bulto”, que resulta ser un secuestrado. Desde ahí su vida cambia, tan drásticamente como pasar de no tener nada, a convencerse de tener a una mujer y seducirla y ser todo en su vida. La película se resume en una historia de amor, que por la distinción de clase puede ser imposible.
La intención es de fábula en su sentido clásico, busca moralizar. La película luce como el azul del cielo, por tanto, cuenta con ciertos recursos técnicos de factura; así obtenemos imágenes muy diáfanas, tirando a postizas, unos efectos de sonido precisos. En general, muy claro lo técnico, la película se va solita y nos cautiva por el color, la textura, los ángulos, los planos, la fotografía, pero cuando nos concentramos y vemos la historia, empiezan los platillos a chirriar. Porque lo que va pasando está estructurado de modo que solo sirva a la fábula.
La película se inscribe en un contexto contemporáneo. Medellín, dicen sus realizadores, no es la de la violencia, tampoco es el cine del folclor ¿qué es? No lo sabemos; pero hay violencia, y mucho folclor al tratar la propuesta narrativa, salvo que es conservador: todo limpio, nada feo, la ciudad bien situada, los matones con su elegancia, su lenguaje muy cuidado, las casa en sus adentros son modernas. La idea es construir una realidad desprovista de lo político así como sin lo compacto de la trama. Es un secuestro, solo extorsivo; es una banda delincuencial, pero solo de seguridad; es una familia, pero solo buscando aprender inglés y salir adelante; es una ciudad con ganas de ser perfecta; hay venganza y amor y por ahí se hila la narrativa.
Los personajes son como puestos, poco actúan. Eso sí un Jhon Álex Toro por su presencia e histrionismo deja sentir más verosímil la película. No pasa nada en Medellín, salvo un secuestro. No hay conexiones, no se sabe por qué se hace. Suena la música clásica, el jazz, uno que otro Hip-hop y en Medellín no pasa nada. Salta el estereotipo: el secuestrado es un extranjero. Su pecado, ser profesor de Antropología y vivir con su hija, dedicada a la música culta, en un país como Colombia. No sabemos cuál es el azul del cielo, si limpiar una película de la violencia o sacarle el elemento grotesco del folclor, aprehendido por Dago García y otros, para que quede una película a medio camino: sin sombras. Cae eso sí en maquiavelismos, dice la hermana de Camilo, una niña que se pone tetas y prostituta (¿no es eso nuestro folclor?): “el cine europeo no se entiende”, luego de salir con un amiguito de una proyección. Y hay más hechos constantes y monótonos en la película, de modo que no hay nada nuevo para ver, ni siquiera la historia entre una música de clase alta y un tipo llevado por el dejo y el desgano y que parece encontrar su cambio drástico a la vida, intentando ser como ella, su Sol, así se llama, lo que pasa es que es la hija del secuestrado.
Dicen que desde el desayuno se sabe que sigue para el almuerzo. Y con este inicio arrancó el cine colombiano. Seguro esa diversidad de historias y formas de contar en el cine colombiano es apremiante, se encuentra para todos los gustos, pero tenemos la desventaja ramplona, que películas como estas vienen apadrinadas y pueden superar una cuota importante en el mercado; luego surgirán otras, que sin tantas copias y respaldos nos sorprenden, porque tienen verosimilitud, la historia es honesta y el público así la asume. En cambio, Lo azul del cielo no, su intención de dejarnos un mensaje y contarlo con una técnica fuerte, hacen que descuiden lo más importante: el relato. El espectador no cree lo que ve y aunque se diga que no es más de lo mismo, lo es. Nos perdimos y ese azul del cielo queda levitando en una fábula sin mucha coherencia.
* Docente universitario y periodista
Ficha técnica
País, Año, Duración: Colombia, 2013, 112
Director y Guión; Juan Alfredo Uribe
Música: Richard Córdoba
Fotografía: Luigi Baquero
Elenco: Aldemar Correa, Jhon Álex Toro, María Gaviria, Ruth Gabriel, Ana María Sánchez, Carlos Arango, Noëlle Schönwald
Productora: Producciones del cielo
Género: Drama
Página web: http://www.loazuldelcielo.com/
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015