Dedicado a F. M.
Pensemos un poco. Se trata de un país hermano, que nació junto al nuestro. Sus fundadores y los de Colombia venían de la misma fuente: criollos, es decir, descendientes de españoles y mestizos, inspirados en la Revolución Francesa. Revolución que le enseñó al mundo, junto con la independencia de Norte América, que los pueblos eran soberanos, es decir, que no existía justificación para la colonización y, por el contrario, que todas las naciones deberían ser independientes y libres.
Durante las revoluciones de independencia esos caudillos de los países de América Latina, tradujeron, leyeron y multiplicaron los Derechos del Hombre, los que nos enseñaron que todos los seres humanos somos libres e iguales. Esa enseñanza, en lo fundamental sigue siendo la base de la democracia en cada uno de los países del mundo que la han abrazado.
Digo que pensemos un poco, porque conviene preguntarnos, ¿Por qué llegó Maduro? ¿Por qué llegó Chávez? ¿Por qué Evo Morales, etc.? Son pocas las líneas aquí disponibles para profundizar, pero algo podemos sugerir, no sin antes lamentar la dolorosa tragedia de nuestros vecinos y hermanos, la tragedia de un pueblo rico en recursos naturales, pero fragmentado social y políticamente, enfrentado entre sí, sin libertad de opinión, sin alimentos suficientes disponibles, con la iniciativa individual castrada, empobrecido por la inflación, dividido por el lenguaje de quienes están en el poder. No deberían estar así.
El régimen Chavista se instauró a finales de los 90, con una gran popularidad, no solo entre los más pobres, sino también con el apoyo de clases medias e incluso de algunos ciudadanos de poder económico y político, cansados de una democracia acusada de ser corrupta, pero, por sobre todo, acusada de oligárquica, es decir, un sistema donde no todos disfrutaban de iguales derechos y oportunidades en la práctica: mala calidad de la educación básica pública (comparada con la privada), desempleo estructural en los más pobres, exclusión social, etc. Esta acusación parecía tener fundamento (como en la mayoría de países de América Latina lo tendría), a pesar haber otorgado siempre altos subsidios directos o indirectos a la gasolina y a bienes suntuarios. El Chavismo prometió acabar con la pobreza y con la exclusión social. Es decir, parecía prometer igualdad, en términos de las revoluciones liberales. Los medios para lograrlo fueron políticos y económicos. La llegada misma de Chávez, un hombre "del pueblo" (por su origen social, por su lenguaje, por su aspecto físico) era una revolución después de 200 años de dominio de los descendientes de aquellos criollos que nos dieron la libertad de los españoles. También fue revolucionario por el apoyo de Cuba, de Rusia, de Irán, de las izquierdas de América Latina. Se rodeó de su propia gente, principalmente de los militares. Hemos sido pues, testigos, de una completa revolución política.
Al pueblo le dio el poder mediante un cambio en la estructura económica: subsidios sin fin, control de precios, leyes laborales que generaron garantía del empleo prácticamente a perpetuidad y toma de empresas extranjeras y privadas, en nombre de la Revolución, todo esto sin pensar en el problema de la sostenibilidad del modelo. Fueron las fórmulas económicas tradicionales y profundizadas del populismo latinoamericano que en Colombia no se conocen a profundidad, porque nuestro país acogió el clientelismo desde hace décadas. Ni populismo ni clientelismo son las vías para el desarrollo de largo plazo, dice el profesor James A. Robinson; solo son medios para el acceso y permanencia en el poder.
Enceguecida con el ejemplo del régimen comunista cubano, su mentor y su guía, a la revolución chavista se le olvidó que también de pan y trabajo vive el hombre. Al socialismo le dio vida con la coacción de la libertad, donde el opositor es un enemigo o un fascista. Estableció los "círculos bolivarianos" como estrategia de vigilancia a los ciudadanos, de recolección de información sobre las vidas y los pensamientos de los vecinos por parte de otros vecinos. Llegó incluso a armar a los más jóvenes y fieles amigos de la revolución, generando grupos paramilitares (de izquierda, por oposición a los de derecha colombianos), al parecer parte importante de la causa del actual terror en nuestros vecinos.
Una revolución que restrinja la libertad no es revolución, es una contra-revolución, es una traición a uno de los dos principios básicos de la democracia. El otro principio democrático, el de la igualdad, pareciera que en este caso fue reemplazado por la revancha, cosa que ha dividido a nuestros hermanos.
En el país vecino, pues, para terminar con la desigualdad, trajeron el populismo y el fin de la libertad. En Colombia, para hacer el quite a la grave inequidad y acceder al poder, desde hace décadas, el modelo ha sido clientelismo que degenera en la mordida sin fin a la cosa pública. ¿Hasta dónde aguantará el modelo? Amanecerá y veremos.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015