Colombia es hoy un laboratorio en el que cobayos políticos, en su mayoría verdaderas ratas, experimentan a diario con un país, como si se tratara de travesuras de aprendices, que parecen inofensivas pero no lo son.
Los políticos de profesión, la mayoría, porque existen escasísimos los por vocación, son en su generalidad unos farsantes, que diciendo representar a un pueblo, lo extorsionan y engañan, haciendo lo que les viene en gana, no para favorecerlo, que eso no les interesa, aunque juren que esa es su misión.
Ellos no ejercen la política para servir, si no para ser servidos, sacar provecho de las arcas sin fondo del Estado, con los dineros de los contribuyentes, dinero que malgastan sin piedad o dilapidan sin sonrojarse, casi siempre obteniendo lucro personal, que al final es lo único que les interesa de verdad, en esa indignísima profesión en la que convirtieron el arte de la política, metamorfoseada en compraventa de conciencias cautivas, con las que construyen monopolios que les sirven para enriquecerse, o para enriquecer a sus amigos, que es lo mismo, privilegiando el interés particular sobre el general, que debería ser a lo que están obligados.
La policlase es la peor de todas las enfermedades que tiene este país, bastante devastado por todos los males y todas las desgracias. La casi totalidad de los colombianos están al corriente de la desgracia que tenemos y que nos cuesta tanto, pero a muy pocos, casi a nadie, les produce la indignación suficiente para levantarse y unirse para acabar de una buena vez con todos los desvaríos a los que nos somete a diario esa degenerada clase política que nos gobierna o nos ha gobernado.
Los políticos cambian de partido, como si nada. Lo hacen de acuerdo a las conveniencias de las compraventas políticas. No se inmutan. Nada les produce vergüenza. No tienen la capacidad de sonrojarse, carecen de pundonor, una cualidad necesaria, en quien se dice representa a la comunidad y a sus electores. Son el "mierlano" que llevan todos en sus entrañas.
Ahora tenemos en el tingladillo de farsas en que se convirtió la política en Colombia, un presidente enfrentando a un expresidente sociópata, este último, un gamín que no ha pasado a descansar en paz, sino, que se empeña en seguir construyendo guerras y trifulcas como un rufián de esquina, para poder mantener una vocería que representa intereses y privilegios muy mezquinos, de minorías, esas que están fascinadas en la guerra sin cuartel, aunque la libren hombres que están en los cuarteles, con los que quieren jugarla, para que sean esos hermanos nuestros, campesinos la mayoría, quienes pongan el pecho y reciban las ráfagas de los despiadados insurgentes y de los vergonzosos marginales de todas las pelambres.
Políticos insensatos que no han entendido lo que les han dicho desde los más variados extremos ideológicos: que la violencia no tiene justificación alguna; que la guerra fratricida en que vivimos hace años, no nos llevará a alguna parte; que la demencial arremetida de los violentos, no puede ser emulada con arremetidas más violentas de este Estado Social de Derecho, porque la violencia es la antítesis de la paz.
Ahora Uribe se lanzará al ruedo como candidato al Senado, para hacer un ejercicio en reversa, equiparable a que un magistrado de Alta Corte, en uso de buen retiro, decida reingresar a la misma, como el celador del Palacio de la Justicia. La estupidez de nuestro dirigente en entrega de última edición.
Tendremos afiliados de esa colcha de retazos llamada la U, rasgándose a pedazos, para volver a traicionar su nuevo partido, más corrupto que los viejos partidos de los que venían, para reingresar a los mismos o inventarse otros, con los que seguirán actuando en la arena política, sin pena pero con gloria, la gloria indigna de los poderes que no quieren perder.
Pero el hombre al que debemos en buena parte haber perdido mucha mar y haber ganado ninguna tierra, estará atizando la hoguera, para dividir más este país, convertido con su falacia de Seguridad Democrática, en un Estado polarizado, en el que nos gobiernan con las secreciones biliares de la vesícula y no con la sensatez del cerebro.
Todos olvidan que de su sombrero de ilusionista salieron falsos positivos; se despilfarraron millones con contratistas como los Nule, y con un Agro que no fue Ingreso, ni Seguro; se ascendió a Santoyo, ungido por el expresidente aunque intente negarlo, ascendido por sibaritas como Martha Lucía Ramírez; se filtraron ilegalmente conversaciones que alguien, irregularmente había Hurtado en el DAS, con las que se cometieron crímenes de Estado, sin que la Hurtado, responda ante la justicia, porque Panamá es más segura para los delincuentes de cuello blanco, demostrando que no teníamos ni seguridad, ni teníamos democracia.
En fila india esperan otros peores que esos, pero más sofisticados; son todos los peones del uribismo pura sangre, dispuestos a seguir sus pasos, con todo el cúmulo de sus purulencias, desde lo nacional con Miguel Gómez Martínez, Francisco Santos, Juan Carlos Vélez, José Obdulio Gaviria, Óscar Iván Zuluaga, Carlos Holmes Trujillo, José Félix Lafaurie; hasta lo regional, con Luis Alfredo Ramos, incluyendo payasitos como Mauricio Lizcano.
Ahora pueden aparecer a Luis Carlos Restrepo. La artimaña política del oso.
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