El recreo escolar, o descanso pedagógico, ha sido motivo de múltiples reflexiones. En ellas han intervenido reconocidas autoridades e instituciones que a través de la experiencia y de la investigación han encontrado en el tiempo del recreo un espacio de gran utilidad para el desarrollo de los procesos formativos de los estudiantes.
El profesor Diego Armando Jaramillo, en su documento "El recreo: escenario de mundos posibles" habla del descanso como un espacio de libertad y de encuentro con los sueños, por lo mismo afirma: "En el recreo se es lo que se quiere ser y lo que se sueña ser". Además, un estudio del colegio de medicina Albert Einsten de la universidad de Yeshiva de Nueva York, sostiene que el recreo mejora el aprendizaje y las relaciones emocionales de los niños, y concluye que a mayor tiempo de recreo, mejor se comportan los niños y se enriquecen los aprendizajes. En la misma investigación se afirma que son los niños de los estratos pobres quienes disfrutan de menos tiempo de recreo, eso en virtud de que los tiempos de la escuela pública son más cortos, todo por la inmensa congestión que se ocasiona en las metas de cobertura exigidas por las autoridades.
Podríamos referirnos a múltiples investigaciones y documentos que pregonan la importancia del recreo escolar. Para ilustración técnica solo he querido hacer referencia a estas dos citas que son un par de ejemplos de lo que las comunidades académicas afirman en tal sentido. De ahí que invito a todos los lectores para que traigan a sus mentes esos momentos de la escuela cuando sonaba la campana o vibraba el timbre y nos anunciaba que había llegado el recreo, creo que todos podemos estar de acuerdo con que era el ruido más sonoro, era melodía para nuestros oídos y era el llamado más agradable que podíamos escuchar durante la jornada escolar; el mismo, además de invitarnos a cerrar el diccionario de español o el cuaderno de matemáticas, nos exhortaba a abrir el diccionario de la amistad y el cuaderno de la vida.
En el recreo, protagonizamos o fuimos testigos de historias de vida que hoy se recuerdan con diáfana frescura; el recreo, entonces, lo añoramos como un aula de amores, un laboratorio de amigos, una sala de sueños, un patio de diversión, un espacio de encuentro con la vida misma; ring…ring…ring… se escucha el mismo timbre que sonó hace 20 minutos, pero ya nos dice que regresemos a clase y que debemos abrir de nuevo el diccionario. Sorpresivamente, el mismo timbre produce un efecto contrario, ese ring…ring… ya no es tan agradable, ya no es tan alentador, se cierra el aula de la vida y se abre de nuevo el aula de la clase. Podríamos entonces hacer muchas más apologías que reivindican el recreo escolar como un espacio vital del estudiante; nos agotaríamos en citas académicas, casuísticas en anécdotas y en experiencias que aseguran la bondad pedagógica de este momento de la escuela; pero ese no es el propósito del presente artículo.
Quiero llamar la atención sobre lo que está pasando, actualmente, con este preciado momento. En un artículo anterior mencioné que dar las clases de 55 ó 60 minutos se constituyó, infortunadamente, en un gran debate nacional de la educación, en él dije que mientras el Ministerio de Educación Nacional exigía que la duración de la clase debía ser de 60 minutos, los maestros considerábamos que debía tener 55, para abrir un espacio de 30 minutos para el descanso pedagógico; en esta polémica llevamos más de 10 años y no hemos logrado ponernos de acuerdo.
Esta es solo una muestra de las tantas situaciones infortunadas que padece la escuela en Colombia, mientras las comunidades académicas reconocen las bondades formativas del recreo, mientras las vivencias generacionales dan cuenta de éste como lo mejor de la escuela, hoy, por parte del MEN no se reconoce como jornada escolar, no se autoriza como proyecto de aprendizaje y se reduce el tiempo asignado a este trascendental momento de la escuela.
Esta singular situación nos da cuenta de la desarticulación que existe en los planes que en materia educativa regulan la política nacional; al parecer el eficientismo está por encima de los derechos, la política del gobierno propende a darle más importancia a los tiempos de clase que a los momentos del aprendizaje. No en vano en las negociaciones que la Federación Colombiana de Educadores adelanta con el Ministerio de Educación Nacional, se encuentra el tema de la jornada escolar con la pretensión, por parte de los maestros, de que el gobierno reconozca las inmensas bondades que el descanso pedagógico tiene para la formación integral de los niños y, en tal sentido, posibilite los momentos para su desarrollo dentro de la jornada escolar.
Esperamos que así suceda, y que adicionalmente los maestros desarrollemos estrategias novedosas que potencien este maravilloso momento de la historia en el cual existen, como en ningún otro, elementos altamente motivadores para el aprendizaje.
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