De nuevo hay que referirse al dominio, lamentable, de los medios de comunicación en este caso principalmente la radio y la televisión sobre la existencia cotidiana de los colombianos como lo demuestran tres hechos recientes: Las dificultades que enfrentó una mujer en Cartagena porque abusaron de su buena fe, estafándola y los dos asesinatos: Un señor y una señora que han dado lugar a procesos cuyos pormenores, con exceso, se describen paso a paso.
Cada uno de los acontecimientos merece que se llegue hasta la verdad de los hechos como reclaman las sociedades que desean ser justas. Los castigos para los culpables están bajo la jurisdicción del juez y de instancias superiores como lo concede el debido proceso en Colombia.
Otra faceta, es el derecho que tiene la sociedad a estar enterada de lo que suceda dentro de ella como un simple ejercicio del poder colectivo sobre cada uno de los acontecimientos que interfiera con el buen desarrollo de la comunidad y ninguno de los mencionados es un hecho bueno, mucho más grave- de lejos- las muertes sucedidas probablemente por la violencia como las han descrito aunque ninguna autoridad que administra justicia, lo ha definido.
Sumando los tiempos dedicados a la información, la manera como se muestra y las puertas que se dejan abiertas para que se saquen conclusiones a veces erróneas y concluyan en otras expectativas que harán del vidente u oyente un fiel a la noticia de los asuntos tratados, se obtendrá una cifra que es difícil de entender en un país que desea tiempo de paz. No es abstraerse a lo que sucede, es dar a la noticia un tratamiento equitativo.
En años recientes, cada semana aparecía, al menos, un escándalo que desviaba la atención de los colombianos. Lo trascendental pasaba a un segundo o tercer plano y los análisis de los acontecimientos que merecían más dedicación eran mínimos porque todo lo ocupaba el estrépito del momento, que a los quince días pasaba al verdadero nivel de importancia pero ya se tenían dos nuevos hechos y así transcurrían los meses y los años.
En un país con el importante y desafortunado número de actos diarios de violencia, individuales o masivos, que deben ser combatidos por diferentes estrategias y rechazados por la sociedad con entereza y ojalá, aunque es imposible, con hechos unánimes, debe observarse todo el panorama de las agresiones. No todo tiene por causa a las fuerzas irregulares ni los narcóticos ni la lucha por las tierras. Hay otras fuentes de violencia que aparentemente no se tienen en cuenta pero dan más víctimas que las anteriores fuentes. Los sociólogos tienen la palabra.
Los colombianos deben exigir, sin ocultamiento de otros hechos, el derecho a tener una información balanceada sin que hayan espacios que se encuentren en el límite de la apología del delito. Pero, también tienen el deber de ignorar, parcial o totalmente, a aquellos medios que los someten y los agreden de una manera tal, que ya no los dejan pensar ni hacer discriminaciones sobre lo que ven, oyen y hasta leen.
La sociedad colombiana necesita urgentemente de muchos estudios y análisis de los hechos que comprometen la vida de los asociados y los compromisos colectivos. Hay una temática inmensa a la que se da poco espacio y por ende se concluye equivocadamente que es de escaso valor.
Desdichadamente la sociedad se ha acostumbrado a textos e imágenes estruendosas y los medios se dieron cuenta de ello desplegando todo su potencial comercial, que es finalmente el motivo fundamental de las empresas, sin importar las estrategias.
¡Qué difícil es mantener todo en sus justas proporciones! Primero porque hay que entender que es lo que significa mantener. Segundo hay que interpretar lo justo y tercero hay que definir la proporción. ¿Podrán los colombianos adoptar una ceguera y sordera selectivas?
Nota: Cada vez enarbolan con más frecuencia: Manizales, Ciudad Universitaria. Cierto, a pesar de todas las dificultades. Es un reto.
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