Las encuestas no reflejan verdades matemáticas, solo tendencias de opinión. Todos los que participamos de una u otra manera en la actividad electoral, vivimos pendientes de ellas, para auscultar por dónde se canalizan las tendencias de los votantes. Son un campanazo. Aprovechadas por quienes salen favorecidos para celebrar anticipadamente la victoria y amargamente toleradas como un baldado de agua helada cuando son adversas. Quienes las realizan son utilizados para despejar ansiedades, no por el pálpito adivinatorio de las casandras, sino por consultas logradas mediante procedimientos rigurosos que poco fallan.
Con equivocaciones históricas. Fuimos engañados en la última elección del presidente de Venezuela. Con excepción de una sola encuestadora que le daba la victoria a Capriles, todas las demás anunciaban el triunfo arrollador de Maduro, mínimo con un 10% más de los votos que pudiera sacar su contendor. Las elecciones se las robaron a Capriles. Si el conteo tiene un sofisticado sistema electrónico, el más perfecto (?) del mundo como proclaman, que permite saber casi al instante el resultado de los comicios, en ese domingo de la confrontación, el Tribunal Electoral demoró por cuatro horas la información sobre quién había sido el vencedor. A las siete de la noche la noticia que circulaba de boca en boca en Venezuela era el descalabro de Maduro. Unas autoridades, todas, todas, politizadas, rabiosamente chavistas, tuvieron tiempo para meter la mano en las urnas, adulterar registros, a fin de evitar el hundimiento de esa voraz parafernalia estatal, surgiendo de las cenizas un ave fénix de vuelo mentiroso. Cómo sería de calamitoso el impacto que el presidente electo (?) manifestó que se sometería a un minucioso reconteo, en aras de la claridad sobre quién y por cuántos votos había resultado triunfante. Maduro se echó para atrás y solo la ira desbordada de los seguidores de Capriles y la unificada presión internacional, lograron que la solicitud del vencido (?) fuera acogida. Falta saber qué final tendrá esta farsa manipulada por arbitrarios corrompidos.
El viernes pasado, el periódico El Tiempo publicó una encuesta alarmante. Tenía el país una maquillada imagen del señor Uribe. Sus seguidores lo identificaban como un celestial caudillo invencible.
Todos los áulicos resultaron de pésima memoria. Si el expresidente no apoya a Peñalosa habría sido electo alcalde de Bogotá. Si no respalda a Vallejo en Caldas, éste sería el gobernador. Si no realiza manifestaciones portátiles de más de cinco mil personas en Pensilvania, Manzanares, Marquetalia y Samaná, todos los alcaldes del Oriente habrían sido los seguidores de Zuluaga y Lizcano. En Antioquia, gobernador y alcalde de Medellín fueron elegidos contra el querer del autócrata. El hado de la derrota signó el aventurerismo del señor Uribe.
Estábamos acostumbrados a unas encuestas que le daban el 80% en las preferencias populares. Su arrogante penacho aparecía invencible ante un hipnotizado país que lo creía insustituible. ¡Pura verborrea! Hemos sido notificados de su bajonazo en las preferencias de los electores. Ahora su imagen solo tiene recibo para un 56% y la opinión desfavorable que lo rechaza está en el 41%. El país se hartó de su camorra, de su vinculación a todos los escándalos penales contra los ejecutivos de su gobierno, candidatos seguros para los tertuliaderos de los panópticos. Uribe y Piedad Córdoba recaudaron el mayor volumen de opinión desfavorable.
Y qué decir de los integrantes del pequeño cónclave que él nos señaló como posibles presidentes. Solo uno merece nuestra consideración: Óscar Iván Zuluaga. Formado para el gobierno, dejó su nombre sembrado por donde pasó, con estela de respeto. Es un intelectual de muchas campanillas, pertenece a la galería de los grandes oradores de Colombia, óptimo administrador de la cosa pública y de impecable vida personal. Pero… ¡ah mal que le va en las encuestas! Por encima están Francisco Santos con un 39%, Marta Lucía Ramírez con un 29% y Zuluaga apenas alcanza un 12%. Absolutamente increíble que el mejor de todos ellos aparezca de colero en las encuestas. El gran émulo de los pupilos de Uribe, Germán Vargas Lleras, surge con un 64%.
Cabe preguntar: ¿cuál será el futuro del Centro Democrático?
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