La disciplina intelectual más versátil, de las llamadas liberales, es el Derecho. Y la que tiene mayores alcances, por la universalidad de los temas que debe tratar y resolver. No se necesita ser abogado para saberlo. Basta haber leído cuentos, novelas, ensayos, poesías, crónicas…, porque en todos ellos aparecen, de una u otra manera, casos que se resuelven en derecho. Además, esta materia ha construido el ordenamiento de las sociedades, desde tiempos inmemoriales. Recuérdense a Hammurabi, autor del famoso código que lleva su nombre; a Platón y Pericles, cuyos principios, desde Grecia, trascendieron a todo el mundo occidental; a Confucio, maestro y asesor de gobernantes; a los patricios, legisladores y filósofos que crearon el derecho romano; a Napoleón, guerrero y mandatario, cuyo código civil ha sido modelo para muchas naciones… En fin, la lista es larga y cada sistema de gobierno tiene su propio estilo, instituido en una normatividad particular, que los ciudadanos deben acatar y respetar.
Pero como las leyes son hechas por los hombres para que las cumplan los hombres, están sujetas a interpretaciones circunstanciales, casuísticas, porque no pueden ser una camisa de fuerza. "Dura lex sed lex", es una máxima que quiere decir que "la ley es dura pero es la ley". Pero hay otra que reza: "salus populi suprema lex", que puede interpretarse como que "el bienestar del pueblo es ley suprema". De acuerdo con esto, la función del juez o magistrado que resuelve los conflictos no es mirar los códigos con visión de caballo cochero, para adelante, sin considerar el entorno de las circunstancias y las conveniencias superiores.
Como lego en la materia, atenido apenas a la lógica, este cronista piensa que se cometen muchas arbitrariedades por tramitar demandas de leguleyos, que buscan algún beneficio personal, sin importarles el bienestar común, ni los costos sociales que puedan tener sus pretensiones. Y los funcionarios judiciales las acogen, ceñidos a la letra de la ley, por miedo a ser procesados por prevaricato, sin calcular las consecuencias nocivas de sus fallos. Gaitán, que sí era abogado, y de los mejores, decía: "(…) la legalidad no es el leguleyismo, el espíritu de estorbo y de encrucijada para las buenas intenciones (…) con que está compenetrada la administración".
Vamos al grano. La demanda de nulidad presentada contra la elección del gobernador de Caldas, Guido Echeverri Piedrahíta, se inspiró en el resentimiento de un abogado, burócrata de oficio, reconocido por inepto, quien no alcanzó puesto en la nómina, después de las elecciones. Y contó con el apoyo de los políticos que ven en la eventual revocatoria del mandato del doctor Echeverri la posibilidad de conquistar la posición que no pudieron ganarle, sin importarles que el Departamento pierda un excelente mandatario, que la nación incurra en millonarios gastos para hacer unas nuevas elecciones y que se trastorne el proceso administrativo de Caldas, que apenas se recupera de los tropezones de la administración anterior. Ojalá que el Honorable Consejo de Estado, en el momento de fallar el caso, ajeno a criterios y presiones parroquiales, piense en los supremos intereses de la comunidad caldense, por encima de las sutilezas de un inciso. Memento: "Salus populi suprema lex".
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