El niño nació con estrella el 22 de enero. Signo acuario y pesó casi tres kilos. Los paparazzi lo esperaban a las afueras de la clínica Teknon de Barcelona y uno de ellos se hizo golpear por un guardia de seguridad por querer tomar la foto de Shakira con dolores de parto, dentro de una lujosa camioneta Audi Q7 que le regalaron al papá: el futbolista Gerard Piqué.
Los padres, felices, dieron a conocer la noticia por sus cuentas de Twitter: nació Milan Piqué Mebarak. No Ublime, como muchos apostábamos que lo bautizaría la cantante barranquillera. Milan, como el escritor checo Kundera; no Milán, como la ciudad italiana conocida por su moda.
Su primer regalo fue una cuenta de Twitter, y en menos de 24 horas ya tenía cerca de 10 mil seguidores. Luego le regalaron una camiseta del equipo en el que juega su papá, el FC Barcelona, y lo hicieron el socio 171.751 del club, que -para los que creen en la numerología- suma 22, como el día de su nacimiento. Ya dicen que su padrino sería Lionel Messi, el mejor futbolista del mundo cuatro veces consecutivas.
Milan llegó al mundo a una familia que, según Forbes y las revistas de la farándula, amasa una fortuna que ronda los 300 millones de dólares. Dicen que se parece al papá, que además de haber sido elegido uno de los mejores defensas del fútbol en el 2012, también es modelo de marcas como Mango.
Dos días después se conoció que en Soledad (Atlántico), los orgullosos padres Stefany Arteta y Jaime Antonio Suárez, registraron en la Notaría Primera del municipio a su hijo -nacido el 10 de octubre- como Milan Piquet Suárez Arteta. Piquet, con ‘t’, en homenaje a la cantante Shakira y su pareja Gerard Piqué, sin ‘t’ y con tilde. Llegaron en taxi, no les regalaron la carrera y no había paparazzi. La única foto del hecho la hizo un espontáneo que luego filtró la imagen al periódico El Heraldo.
Milan Piquet no tendrá equilibrio en su vida. Tal vez lo único será la imagen de su signo zodiacal: libra. Su mamá, una joven, dice que su papá es tan aficionado a jugar fútbol en una videoconsola, que no la deja ver las novelas. Jaime Antonio, por su parte, dice que quiere que su hijo sea futbolista, como Piqué, pasando por alto que -probablemente- allá en la escuela de fútbol Édgar Perea (donde entrena el padre) el pelao’ termine motilado como Neymar, celebrando los goles con pasitos de champeta y soñando una vida como la de Diomedes Díaz.
Si el destino sigue su rumbo normal y cruel, el niño se sumará al 94% de colombianos que no podrán jubilarse y deberán romperse el lomo toda la vida, como lo indicó el ministro de Trabajo Rafael Pardo. Su tocayo catalán, en cambio, nació pensionado.
A Milan Piquet -un homenaje mal escrito- Jaime Antonio ya le ha trazado un futuro: "Cuando cumpla los 4 añitos se va pa’ España enseguida", haciendo referencia a La Masia, la escuela de fútbol del Barça. Desconoce que en este lugar solo aceptan niños mayores de 14 años y además tendrá que competir con jóvenes de todo el mundo por uno de los 57 puestos que hay. O tal vez hablaba de darlo en adopción a una pareja catalana a los 4 años. Si no tuvo nombre por tres meses, cabe entre las posibilidades.
Tanto Milan como Milan Piquet tendrán que vivir a la sombra de un nombre. El primero de sus exitosos padres y el segundo al destino del heredero Piqué Mebarak. Un dilema digno de su tocayo, el escritor checo, que en su libro La insoportable levedad del ser escribe: "El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores".
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