Muchas de las carencias que viven las escuelas en Colombia no son generadas por vacíos en el marco legislativo que nos regula, más bien, como lo hemos reconocido en otras ocasiones, nuestro país se da el lujo de poseer una de las leyes de educación más progresistas de América Latina; es el caso, entre muchos, de la educación preescolar que en la Ley General de Educación está consagrada como un nivel de tres grados: el prejardín, el jardín y el grado de transición. Lamentablemente, en Colombia la adecuación de esta política se ha quedado corta y no ha reconocido la intención del legislador; más bien, ha tratado de limitar y regular su aplicación en contravía al gran avance político que encierra esta política consagrada en la ley 115 de 1994, ya que nos referimos a un factor determinante en la política de la primera infancia; no obstante, tampoco se acata el decreto que la reglamentó (2247 de 1997) que ordena la aplicación progresiva de los tres grados del preescolar; el mismo decreto plantea que los grados de prejardín y jardín deben empezar a funcionar en las escuelas públicas del país a medida que se vayan cumpliendo coberturas iguales o superiores al 80% en el grado anterior, es decir, el jardín debe empezar a funcionar, tan pronto se llegue a una cobertura del 80% en el grado de transición y, así mismo, la apertura del prejardín requiere de coberturas del 80% en el grado del jardín. La verdad, es triste reconocer que en Colombia llevamos más de 10 años de deuda social con la primera infancia, especialmente con los niños de 3 y 4 años, en este sentido es bueno decir que Manizales es la única entidad territorial del país que cuenta con algunos grupos de niños de jardín (4 años) en las escuelas públicas; bueno es reconocer, también, éste como un logro del hoy lamentablemente extinguido pacto por la educación; y hablo de éste como un aspecto de alto contenido político, porque los colegios privados tienen en la educación preescolar de tres grados una gran ventaja para el alistamiento de aprendizajes; es decir, nuestros chicos de la escuela pública están sometidos a una competencia en altas condiciones de inferioridad porque, mientras los unos entrenan tres años, a los nuestros solo se les permite uno, además de las ya críticas condiciones de inferioridad en materia de nutrición gestal y aún, de la carga genética que en muchas ocasiones conspira en contra de los más pobres. ¿Será que por allí, podemos encontrar parte de la respuesta sobre la calidad de la educación en la escuela pública?
Invito a las administraciones, tanto municipal como departamental, a fortalecer la formación preescolar a la luz de la ley 115, mediante la implantación de los grados de jardín y prejardín en las escuelas públicas del municipio y el departamento, como una muestra inequívoca de su compromiso político con la transformación social de lo público.
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