En la semana anterior se conoció la noticia de los desórdenes que se presentaron en la Universidad Nacional, en la ciudad de Bogotá, con ocasión de las reuniones del Consejo Superior para designar al nuevo rector de tan importante Alma Máter.
Esa situación fue más crítica el día jueves, luego de conocerse el nombre del escogido, el matemático Ignacio Mantilla, y vino entonces la advertencia de parte de los que protestaban: “Mantilla empezó tu pesadilla”, lo que significa ni más ni menos lo crítico que será la gobernabilidad dentro de la Universidad para el nuevo rector.
La situación que detonó dicha protesta tiene que ver con los resultados de la consulta en el estamento estudiantil, en el que no ganó quien a la postre fue escogido por el Consejo Superior.
La verdad es que las consultas para escoger rectores en las universidades públicas en Colombia se han vuelto una camisa de fuerza peligrosa, pues los Consejos Superiores se están volviendo solo unos escrutadores sin posibilidad alguna de analizar lo que más le convenga al claustro universitario, aunque en apariencia pueda apartarse de la consulta, la gobernabilidad para quien sea escogido por un criterio distinto a los resultados de ella se vuelve crítica.
La Constitución Nacional ha estructurado la autonomía universitaria de tal manera que cada universidad, con mayor razón las públicas, son autónomas en señalar el mecanismo de escogencia para designar un nuevo rector y de ahí que deberían buscarse mecanismos que le permitan al Consejo Superior de una universidad volver a tener la capacidad y la responsabilidad de designar a quien va a regir los destinos de la educación de mayor nivel.
Hay en Colombia variados mecanismos de escogencia de rectores en las universidades públicas, desde la elección popular; un término medio en el que hay las consultas y evaluaciones por parte del Consejo Superior, hasta los casos en que decide directamente el Consejo Superior.
Tuve la oportunidad de hacer parte del Consejo Superior de la Universidad de Caldas entre junio de 2007 y octubre de 2010, y en esa época ese Consejo Superior fue actor principal en la decisión para buscar el mecanismo de escogencia y en la selección misma de rector para nuestra amada Universidad de Caldas. No fue sencillo pero considero que todos los que hicimos parte de ese Consejo Superior, aun aquellos que no nos acompañaron en las decisiones, nos debemos sentir tranquilos de haber buscado un mecanismo que no genere los traumatismos que hoy ya se vislumbran en la Universidad Nacional de Colombia.
Antes de estas decisiones que se tomaron en el año 2009, podemos decir que la misma ingobernabilidad se tenía en la Universidad de Caldas, y empezamos a analizar las posibles causas, encontrando que la mayor inestabilidad se había dado por las famosas consultas.
Como desde hacía varios años se había puesto sobre la mesa la reforma de los estatutos para escoger al rector, sin temores enfrentamos el tema y lo primero que hicimos fue revisar cómo estaban funcionando las universidades de acuerdo con su sistema de escogencia del rector.
Aunque entendimos que no eran concluyentes las informaciones que obtuvimos, nos llamó poderosamente la atención que aquellas universidades donde hay elección popular directa de los rectores, coinciden con los peores indicadores.
Mientras que en aquellas universidades en las que la escogencia la tiene directamente el Consejo Superior son las de mejores indicadores de gestión y de calidad en la educación, e incluso, de mejor manera en aquellos casos de reelección de rectores, dándose una gran estabilidad y gran desarrollo para los claustros universitarios.
Por ello decidimos que el Consejo superior debía recobrar la función primordial de escoger el rector de la Universidad de Caldas y aprobamos un designación con base en unas postulaciones apoyadas por firmas de los estamentos, pero con la asunción de la responsabilidad por parte del Consejo superior de escoger al rector, con la única atadura de hacer una muy buena escogencia.
Esta forma de designación ha dado una gran estabilidad a la administración de los destinos de la Universidad de Caldas, pues ya no se pierde tiempo en las campañas que empezaban desde el primer mes del año, en el que concluía el período del rector, y teníamos una campaña peor que la que le vemos a los políticos que tanto critica la academia.
Nos podemos, entonces, sentir tranquilos quienes así lo decidimos y vemos con agrado cómo nuestra Alma Máter caldense sigue escalando posiciones de importancia en el concierto nacional e internacional.
Nos quedamos cortos fue en estudiar una reglamentación completa de inhabilidades, incompatibilidades y conflicto de intereses de los miembros del Consejo Superior, para erradicar prácticas ya desaparecidas en los congresistas, pero que se ven hoy en las universidades, como lo es que miembros de estos consejos aprueben programas de los cuales luego se van a lucrar, esto no es buen ejemplo para las generaciones que se educan en dichos claustros.
Invito, entonces, a que el Consejo Superior estudie el tema y mientras tanto que haya un compromiso ético en el interior del mismo, para que estas prácticas no se presenten, siendo necesario que los estamentos que hay en la universidad vigilen y denuncien esas actuaciones.
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