Para no pocos tratadistas las religiones deben circunscribirse a la esfera privada y personal. Algunos consideran incluso que es una opción íntima de la persona y concluyen que allí debería quedarse. En algunos casos este argumento está motivado por el temor que implica el abuso de las religiones cuando asumen un control teocrático del poder. Nefastos períodos de la historia sirven para defender esta postura de modo contundente y ante ellos sería difícil no darles la razón.
Sin embargo, esta relación puede vivirse de otra manera. Como Cristianos tenemos un compromiso con la realidad, con la sociedad y con la política, éste supone asumir una participación en lo social; al hacernos partícipes podríamos integrar nuestra cristiandad al papel como ciudadanos, con las reglas propias de la ciudadanía. El ejercicio de la política, desde la antigua Grecia, ha sido el arte de construir la polis (la ciudad, el colectivo, la comunidad), la política en tanto politeia es el arte de construir el bien mayor, en el marco del bien común; el político es aquel que opta y empeña su vida a la tarea de servirle a la polis.
Para tal integración debe reflexionarse constantemente sobre el cómo. Creo que una pista interesante es la de vivir en sociedad ese espíritu que nos dan los valores del Evangelio, una vivencia nutrida por una constante reflexión en torno a estos; ello podría ayudarnos a extender nuestra vivencia del cristianismo desde la ética de máximos hacia lo social, para que así podamos aportar a las problemáticas sociales que nos circundan.
En el contexto regional y nacional que vivimos debemos sentirnos profundamente impulsados a fermentar la vida social y política. En este tiempo donde hay una urgencia latente de lograr una mayor equidad, una mayor inclusión y una reconciliación de las heridas de la guerra, nuestro aporte tiene mucho que ofrecer al proceso histórico que vivimos. Valores como el perdón, la opción preferencial por los pobres y el compartir fraterno, pueden contribuir profundamente a nuestra construcción histórica.
En este tiempo de Cuaresma, que invita a la revisión, es un tiempo oportuno para que pensemos cómo está el aporte de cada uno a la sociedad, a la construcción del bien común.
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