Los seres humanos vivimos en el lenguaje. Las palabras nos dan la posibilidad de contar historias, conversar, construir relaciones y crear nuevas realidades. Estamos acostumbrados a mirar el mundo desde el diagnóstico, donde lo importante es ‘ver qué está mal’ para encontrar la solución. En contraste con esta postura el enfoque apreciativo nos invita a reconocer y valorar la capacidad que tienen los sistemas -personas, familias, empresas, sociedades- para encontrar sus propios recursos en su historia pasada y desde allí proyectar sus logros; trabajar sobre lo que funciona y no sobre lo que está mal. La identificación de lo que hemos hecho bien y las capacidades que nos permitieron lograrlo se convierten en la base generadora del cambio.
Cuando pienso en Manizales desde esta perspectiva, creo que a veces se nos va la mano en resaltar nuestros defectos y otras en esconderlos y negarlos. Cualquiera de estas dos posturas nos lleva a desconocer lo que somos y a subestimar las posibilidades que tenemos. Nuestra capacidad de construir un futuro mejor no vendrá de las debilidades y vacíos sino de las capacidades y valores que están detrás de esas historias maravillosas que necesitamos contar.
En mi columna anterior escribía sobre la educación como motor del desarrollo de una comunidad. Hoy quiero compartir con ustedes otra historia maravillosa que me tocó el corazón y que además se convierte en un elemento central para nuestro proceso de planeación ‘Estoy con Manizales’, como parte de las fortalezas que deberíamos incorporar en el modelo de ciudad. Una historia maravillosa alrededor del territorio y la cultura; una historia que se remonta a la llegada de los primeros colonizadores antioqueños.
Para contar esta historia quiero invitarlo a caminar hasta el kilómetro 11 vía al Magdalena, donde tenemos uno de los espacios más bellos de nuestra ciudad, el Recinto del Pensamiento. En este sitio quisiera destacar dos imágenes que se conectan directamente con la historia que voy a contarles: la exuberancia del paisaje natural y la riqueza cultural representada en el monumental pabellón de bambú y guadua de 2.000 metros, diseñado y construido por Simón Vélez para la Expo Hannover 2000. En medio de este hermoso paisaje natural y saboreando un delicioso café vamos a recorrer el Paisaje Cultural Cafetero.
Me refiero al reconocimiento que, en junio de 2011, la Unesco -Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura- hizo al Paisaje Cultural Cafetero, declarándolo Patrimonio de la Humanidad. En esta declaración están incluidos 47 municipios, 411 veredas y cerca de 24.000 fincas cafeteras de los tres departamentos del Viejo Caldas y Norte del Valle. Lo interesante de esto es que en el mundo solo hay 33 paisajes culturales y de éstos solo tres están en América y uno de estos es nuestro Eje Cafetero.
Uno de los significados de esta declaratoria es que nos permite aparecer en el mapa del mundo porque tenemos algo realmente valioso y excepcional, que representa un esfuerzo conjunto entre el hombre y la naturaleza, tanto por su riqueza natural como por sus valores culturales. Algunos temas de la declaratoria son por supuesto técnicos, asociados al cultivo del café, la institucionalidad cafetera y las características de la tierra; sin embargo, al hablar de Paisaje Cultural aparecen, como parte esencial de este reconocimiento, cuatro valores que se consideran excepcionales en la región: el esfuerzo de quienes han cultivado la tierra de generación en generación; las diversas y originales manifestaciones culturales representadas en objetos, artesanías, vestidos, comidas, medios de transporte, fiestas, carnavales, festivales y concursos; el capital social estratégico alrededor de la Institucionalidad cafetera; y, el uso de tecnologías y formas de producción sostenibles en la cadena productiva.
El Paisaje Cultural Cafetero habla de lo natural y lo cultural, de lo que se ha construido a lo largo de muchos años, del esfuerzo conjunto entre el hombre y la naturaleza; no es solo una ventaja comparativa -un elemento valioso que hemos disfrutado histórica e inercialmente como las montañas, la flora o la fauna que nos rodean-, el PCC es una ventaja competitiva, que se ha desarrollado de manera consciente y que contribuye a mejorar la posición de nuestra región en el mapa de Colombia, de América y en el mundo entero.
El recorrido por cada uno de los aspectos que comprende el Paisaje Cultural Cafetero me generó varias reacciones: me conectó con mis raíces y todas las sensaciones agradables de nuestras fincas cafeteras; me despertó un inmenso sentimiento de gratitud por la tierra y quienes la cultivan; me recordó la importancia de tener una meta y trabajar de manera persistente, sin desfallecer ante los obstáculos -la declaratoria es resultado de más de 10 años de trabajo de la Institucionalidad cafetera con el apoyo de los gobiernos y las universidades-; me ratificó la necesidad de contar con instituciones sólidas dispuestas a trabajar por un propósito colectivo; me mostró, una vez más, que lo técnico y lo humano no son elementos aislados, son parte de un sistema y deben estar articulados; y finalmente, me puso de frente ante una realidad que a veces perdemos de vista, somos un territorio rural y urbano; Manizales es el primer municipio cafetero del departamento de Caldas y puede ser que este sea el momento de fortalecer las relaciones entre los dos.
Tal vez no hayamos crecido en una finca cafetera, tal vez nuestras familias no hayan estado vinculadas al café, tal vez no trabajemos en nada relacionado con el grano; pero creo que no podemos negar que el café es parte de nuestra esencia como región. La declaratoria de la Unesco del Paisaje Cultural Cafetero es un logro de la institucionalidad cafetera, el reto hacia adelante es de todos; necesitamos saberlo, entenderlo, reconocerlo, apropiarlo y presentarlo al mundo como algo realmente valioso y representativo de nuestra identidad.
¿Cómo está tu relación con nuestros valores culturales y naturales? ¿Qué sabemos y qué necesitamos aprender de nuestro territorio, de nuestra cultura, de nuestra historia? ¿Cuáles son las oportunidades que se abren para nuestra región desde aquí? ¿Cuáles son las capacidades y valores que necesitamos incorporar en nuestro sistema educativo y en nuestra sociedad para que podamos contar muchas historias maravillosas en el futuro? Te invito a explorar a tu alrededor y encontrar otras historias maravillosas que contribuyan a descubrir quiénes somos, rescatar valores y fortalecer nuestra autoestima.
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