En su edición de 1949, el diccionario inglés Webster le da a ‘hangout’ las siguientes acepciones: "(Argot). "Lugar de reunión clandestino para hampones violadores de la ley; centro de recreación para criminales; refugio o guarida de criminales". Una década después, el mismo diccionario eliminó estas definiciones para darle solamente una: "(Argot). Lugar frecuentado por algunas personas o grupo". Otro diccionario define el término así: "(Argot). Lugar acostumbrado por algunas personas o grupo para vivir u holgazanear en él". Hoy, la definición corriente es ésta: "Informal. Un lugar en el que un grupo determinado de personas se reúne para pasar el tiempo" (Diccionario MacMillan). Con esta acepción, pero añadiéndole a ‘lugar’ el adjetivo ‘virtual’, lo empleó el periódico de la ciudad que tres ex alcaldes de la izquierda acabaron ‘en dácame esas pajas’: "Según los invitados al ‘hangout’ de ELTIEMPO.COM…" (El Tiempo, Debes Saber, 14/3/2014). ¿Son necesarios éste y otros anglicismos, corrientes hoy en día? No, por supuesto que no, porque la inmensa mayoría de ellos tiene su traducción en nuestro léxico. ¿Convenientes? Tampoco, porque muchos lectores, muchísimos, no los entienden. ¿Evitables? Imposible, puesto que la globalización y rapidez de las comunicaciones los propaga en segundos, los convierte en ‘tendencias’, y todos los que viven ‘adheridos’ a esos aparatos modernos no tienen otra opción que valerse de ellos para no quedarse por fuera. Y a la Academia de la Lengua, aunque se lo propusiese, le quedaría muy cuesta arriba seguirles el rastro para ‘castellanizarlos’, pues cada segundo nace uno diferente. No obstante esto, ¿por qué no los dejamos para las publicaciones especializadas? Sería la mejor solución.
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"Estrelló a la panadería" es el titular de un pie de foto de la sección Eje Cafetero de El Tiempo (21/3/2014). ¿Será posible coger una panadería, levantarla y ‘estrellarla’ contra algo? Ni Supermán, pero eso es lo que significa el titular citado, en el que, además, sobra la preposición ‘a’. En el texto correspondiente, en cambio, el redactor expresa correctamente lo ocurrido: "…cuando un carro cisterna (…) se estrelló contra una panadería". El significado primario de ‘estrellar’ es "sembrar o llenar de estrellas", por lo cual, cuando el firmamento está despejado por la noche y se ven las estrellas (fenómeno escasísimo hoy en día), decimos que está ‘estrellado’, a saber, ‘tachonado de estrellas’. Coloquialmente, como una segunda acepción, ‘estrellar’ es "arrojar con violencia algo contra otra cosa, haciéndola pedazos". Con esta significación, puede ser transitivo ("el cantante ‘estrelló’ la guitarra contra el atril") o pronominal ("el ciclista ‘se estrelló’ contra un camión"), y se puede emplear figuradamente, como cuando decimos que "las ideas sensatas del expositor se ‘estrellaron’ contra la testarudez de su oponente". En los tres ejemplos hubo ‘estrellones’ ("choques violentos"). Cuando se emplea este verbo con esta acepción, la única preposición que puede introducir su complemento es ‘contra’. Finalmente, está bien que a un caballo con un lucero en la frente se le diga ‘estrellado’; pero, ¿por qué a un ‘huevo frito’ se le dice ‘huevo estrellado’? ¿Por su parecido con un sol? ¡Ajá!
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En el párrafo anterior afirmé que en el absurdo titular "estrelló a la panadería" sobraba la preposición ‘a’. Y sobra, porque ‘la panadería’ es complemento directo de ‘cosa’. Es éste un gazapo últimamente frecuentísimo en el periódico bogotano, y que observo casi todos los días. Para muestra, los dos ejemplos siguientes: "Armenia abraza al paisaje cafetero" (Titular, Eje Cafetero, 9/3/2014). "Armenia abraza el paisaje cafetero", castizo y elegante. "China vuelve a derribar a los mercados" (The Wall Street Journal Americas, 13/3/2014)."China vuelve a derribar los mercados", correcto y armonioso. Lo curioso es que son los mismos que escriben, ¡y con la venia de la Academia!, "visité Manizales". ¡Horrendo!
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"El papa Francisco emana simpatía": Esta construcción, aceptada por la Academia de la Lengua apenas desde las postrimerías del siglo XX (vigésima primera edición de su diccionario), es incorrecta gramaticalmente. Es el mismo solecismo de la siguiente oración: "La fuente sale agua". Y son incorrectas las dos, porque, tanto el verbo ‘emanar’ (del latín ‘emanare’ = ‘salir de’, ‘fluir de’) como ‘salir’ (del latín ‘salire’ = ‘saltar’, ‘brotar’) implican ‘procedencia’, de tal manera que su complemento debe ser introducido por la preposición ‘de’: "Del papa Francisco emana simpatía"; "de la fuente sale agua". Por la misma razón, es incorrecta la redacción de este hecho: "De inmediato Gloria Elena empezó a emanar sangre en grandes cantidades" (LA PATRIA, Sucesos, 18/3/2014)."De inmediato, de Gloria Elena empezó a emanar sangre…", lógicamente. Todo esto quiere decir que el verbo ‘emanar’ es sólo intransitivo, vale decir, que no admite complemento directo. Sin embargo, la rectora del idioma, para justificar su decisión y convertirlo en transitivo en ese caso determinado, le da a ‘emanar’ el sinónimo de ‘emitir’, que sí lo es, para lo cual seguramente se valió de ejemplos tomados de artículos de periódicos, o de escritores contemporáneos, pero no de autores conocedores de los intríngulis del lenguaje. ¿Serán necesarios estos ‘avances’? No lo creo. ¿Convenientes? Lo dudo.
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