¿Está usted en la lista de los que se preguntan qué es eso de ‘coaching ontológico’? Si es así, no se preocupe, no es el único y por eso aprovecho las observaciones que leí hace poco sobre el uso del término ‘coaching’ y ‘coach ontológico’ en mi columna. Agradezco esta oportunidad que se me abre para dar algunas luces alrededor del tema y despertar así nuevas inquietudes; en realidad, no me interesa dar una respuesta sino más bien continuar con la conversación.
Empiezo por decir que el único que se siente incómodo con el uso del término ‘coach’ en español no es el señor Osorio, creo que la mayoría de mis colegas coincidirían en la importancia de encontrar un término en español que recogiera nuestra labor; sin embargo, no podría decir que un ‘coach’ es un ‘profesor particular, maestro, guía, tutor, instructor, preceptor, mentor o director’ y tampoco tiene que ver con ‘coche, carruaje, carroza, diligencia o vagón’.
Más que entrar en la conversación de quién tiene la razón quisiera invitarlos a explorar conmigo en qué consiste este dominio al que hoy se le da cierta importancia en algunos ámbitos del aprendizaje. Podríamos definir el ‘Coaching Ontológico’ como una disciplina que busca facilitar procesos de aprendizaje y permite, a las personas, grupos y organizaciones, ampliar su mirada del mundo, reinterpretar su historia y encontrar nuevas posibilidades.
Desde esta perspectiva el aprendizaje implica no solo incorporar nuevas acciones para obtener un mejor resultado, como sería visto desde un enfoque más tradicional, sino cambiar el sitio desde donde observamos y nos movemos en la vida en tres aspectos esenciales: el lenguaje "lo que decimos", el cuerpo "la forma en que nos movemos" y las emociones "lo que sentimos frente a cada situación".
Revisemos dos de los principios básicos en la ontología:
El primer principio es que no sabemos cómo son las cosas; solo tenemos interpretaciones de lo que creemos que son las cosas. Hacemos juicios sobre la realidad, sobre las personas, sobre lo que pasa; cada persona tiene sus propias interpretaciones sobre el mundo y dependiendo de la forma como interpretemos la realidad podemos abrir o cerrar posibilidades.
¿Cuántas de las creencias que hoy tenemos sobre nosotros mismos son solo juicios que alguien hizo alguna vez sobre nosotros y terminamos tomándolos como verdades para el resto de nuestra vida? ‘lento, incapaz, irresponsable, juicioso, ordenado, etc.’ ¿De dónde vienen esos juicios maestros? ¿Tal vez de alguno de nuestros progenitores? ¿De un profesor de primaria? ¿Qué hacemos cargando hoy con estas interpretaciones? ¿Por qué darles autoridad a otros para que definan el tipo de persona que somos? Las interpretaciones y juicios le pertenecen al que los emite y no necesitamos comprarnos todo lo que nos dicen.
Lo invito a revisar cuáles son esos juicios que lo han acompañado en su vida, pregúntese: ¿De dónde viene? ¿Para qué me sirve hoy? ¿A qué ámbito de mi vida le pertenece? ¿Con quién me estaban o me estoy comparando? ¿Cuáles son los datos reales que prueban que esto es verdad? ¿Podría afirmar lo contrario? Esto es, si el juicio que aparece constantemente es ‘NO SOY CAPAZ’ la afirmación contraria sería ‘SI SOY CAPAZ DE…’ y seguramente encontrará muchas cosas en las que sí es capaz y alguna o algunas en las que no es capaz; pero eso no lo convierte en un ser incapaz en todos los ámbitos.
El segundo principio de la ontología es que no solo actuamos de acuerdo a como somos, sino que también somos de acuerdo a como actuamos. Es decir que lo que hago cada día me permite convertirme en una clase de persona determinada. Lo interesante de esta frase, que podría parecer un ‘trabalenguas’, es que nuestras acciones nos permiten transformarnos; no es verdad eso de que ‘yo soy así y no puedo cambiar’.
La buena noticia es que siempre es posible cambiar; tal vez tengamos una historia complicada, hayamos vivido experiencias difíciles y no todo haya sido color de rosa en nuestro pasado; lo que pasó ya pasó y no lo podemos cambiar. Pero el drama y la carga emocional que hoy ponemos a lo que nos sucedió son solo nuestros y siempre podemos dar una nueva interpretación, ponernos otro par de antojos para mirarlo y convertir los errores y dificultades en lecciones para nuestra vida. ¿No será que gran parte de lo que hoy somos se lo debemos a ese pasado lleno de obstáculos? ¿Podría ser el momento para agradecer en cambio de darnos látigo y sentirnos culpables?
Desde este nuevo sitio podríamos hacer una nueva declaración, esto es un compromiso con nosotros mismos y tal vez con otros, para empezar a caminar en una dirección diferente. No solo es cuestión de decir ‘yo quiero ser o yo quiero hacer’ también se trata de buscar un nuevo espacio para moverse desde el cuerpo y explorar nuevos territorios emocionales.
La invitación del ‘coaching’ es una invitación a ser más conscientes del ser que somos, en todas las dimensiones, y desde allí despertar a nuevas posibilidades, permitirnos soñar y encontrar nuevos caminos, en cambio de cerrar puertas y seguir diciendo ‘no puedo’ ‘no soy capaz’ ‘siempre lo he hecho así’ y todas esas justificaciones que utilizamos a diario para no intentarlo.
¿Qué papel juega el ‘coach’ en este proceso? Primero diría que no se trata de enseñarle nada a nadie, no somos profesores porque nosotros mismos estamos en un sendero de aprendizaje permanente y la primera declaración que hacemos es reconocer ‘NO SÉ’; nuestra labor tampoco se enfoca en un entrenamiento específico ni en dirigir a nadie porque, sin lugar a dudas, se trata de ayudar a fortalecer la autonomía, potenciar las capacidades y abrir nuevas oportunidades; así que cada uno debe encontrar su propio guión, su propia partitura, su propio camino. Lo que sí hacemos es acompañar procesos de aprendizaje que generan nuevas posibilidades desde la conversación; escuchamos, hacemos preguntas y de vez en cuando damos nuestra propia interpretación de la situación, pero realmente la tarea de aprender y transformarse no depende de nosotros, depende de cada uno, de cada grupo, de cada Organización, de cada comunidad.
En el mundo de hoy no es posible tener todas las respuestas, no podemos tener el control de todo, lo único realmente cierto es que estamos ante una realidad compleja llena de incertidumbre en la que el conocimiento no es suficiente; nuestras formas tradicionales de gerenciar, liderar, enseñar, ser papá o mamá, no bastan para hacernos cargo de lo que nos pasa y pasa a nuestro alrededor. Necesitamos avanzar hacia una meta más trascendente, necesitamos una acción efectiva que nos permita vivir mejor, caminar más livianos, ser más felices, tener más sabiduría.
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