El recordado y laureado Alec Guinness nació el 2 de abril de 1914 en el barrio londinense de Marylebone; su infancia fue dura y pobre, sin muchas comodidades; "nací en medio de la confusión y viví inmerso en ella durante años", anotó.
Logró terminar la primaria y entró a estudiar interpretación teatral recibiendo de su profesora desde las primeras clases una frase dura y descalificadora: "muchacho, jamás conseguirás ser actor"; sin embargo perseveró, corrigió, aprendió y pronto era llamado a interpretar algunos papeles en los escenarios londinenses.
Llegó a ser uno de los actores de más renombre por allá en la época de los 50 y 60; ganador de varias estatuillas del "Óscar", premio que la academia del cine otorga a los mejores.
El recorrido de algunas películas dicen sobre su calidad de actor; quien sabe de cine conoce el valor en calidad de películas en las cuales fue protagonista de primera línea; "el puente sobre el río Kwai", "Lawrence de Arabia", "el doctor Zhivago", "la caída del Imperio Romano", la "guerra de las galaxias": Estaba en la gloria pero nunca se le vio soberbio, orgulloso, vanidoso.
Pero estas actitudes ante la vida, primero la lucha en la pobreza y luego el aire de la fama, que le presentan como un hombre de equilibrio, bondad y valores humanos, tienen una raíz que se va descubriendo al indagar sus pensamientos.
Leyendo sus apuntes, este hombre fallecido en el año 2000 escribió en alguna ocasión: "Mi alma, mi cuerpo y mi cerebro languidecen necesitando religión; el mundo es demasiado inhóspito e inexpresio sin un sentido de adoración".
Cuenta que en la búsqueda de la mejor manera de mantener su vida en Dios, hizo petición para pasar unos días en un monasterio Trapense y así se le permitió, hizo un buen retiro espiritual, se empapó de la celebración católica, cantó, oró y gozó en lo que para él era llenar la existencia de sentido.
Para él el 24 de marzo de 1956 es una fecha clave porque ese día decidió entrar a practicar la oración diaria, la misa dominical, la lectura bíblica, la frecuencia sacramental, la lectura sana, la vida familiar unida y en la Fe.
Tomó como costumbre la visita al Santísimo y sentía que de esos ratos sacaba fuerza para mantener la alegría de vivir. Sus últimos años los pasó en una modesta vivienda de Hampshire, Inglaterra, disfrutando su ancianidad con su esposa e hijo, también actor, leyendo obras de Teresa de Jesús, de Focauld, Francisco de Asís, Newman, Chesterton. En el verano del 2000 falleció en lucha con un doloroso cáncer.
Buen recuerdo para este tiempo de Cuaresma, invitación a renovar nuestro compromiso de Fe.
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