Ingenuos, creemos tener el don de la profecía. Hacemos pronósticos sobre el tiempo, anticipamos los caprichos cabalísticos de la economía, le fijamos caducidad a los imperios e, incluso, con apriorismos caprichosos, determinamos la onda expansiva en las biografías que por algún motivo nos interesan. Lo que no podemos intuir sobre nuestra propia vida, lo pretendemos auscultar en el destino de terceros. Además, es un placer oficiar en el altar de las pitonisas. Con dichoso aire fiestero, las casandras reclaman su anticipado poder visionario de los malos presagios y cómo no, de los acontecimientos venturosos. Adivinar la suerte no es solo un oficio de gitanos. Predestinar las órbitas humanas es un ejercicio intuitivo de muchos yerros y pocos aciertos.
Husmear sobre lo que ocurre en los predios ajenos puede acarrear reacciones emotivas. Metido le gritan a quien comete la osadía de fabricar vaticinios sobre las elipsis del prójimo. No obstante, aunque es temerario ingresar a los festejos en donde no se nos invita, cierto desenfado imprudente nos incita a utilizar el telescopio para escudriñar el huerto del vecino.
El Partido Liberal de Caldas ha entrado en transitoria bancarrota. Una adversidad en cascada ha golpeado duramente su imagen histórica que tuvo muy calificada dirigencia con sensible proyección nacional. Ramón Londoño Peláez, Alberto Mendoza Hoyos y Guillermo Ocampo Avendaño líderes de las buenas maneras, Camilo Mejía Duque y Víctor Renán Barco de temperamento caudillesco, Otto Morales Benítez, Ramón Marín Vargas y Luis Guillermo Giraldo Hurtado, conductores de selecta alcurnia, amén de escritores de estirpe, gústenos o no, hacen parte de una memorable galería que honra los fastos de esta región.
Un Partido liberal que hay que reconstruir. Los conservadores nacional y departamentalmente requerimos un adversario fuerte, con la mística popular de Gaitán, el mesianismo jubiloso de Galán y la positiva expectativa que ha generado Simón Gaviria, rostro primaveral de una colectividad que escoge un joven como símbolo de su vocación de futuro.
En Caldas, Adriana Franco es una Juana de Arco. La hemos encontrado en los farallones escarpados de Marulanda, apurando guarapo en Cipirra, viaticándole esperanzas a los mineros de Marmato, levantándole la moral a los estibadores de Arauca. Además de su temperamento decidido, es una locuaz oradora de fino garbo, sembradora útil de la ideología liberal.
Hay una inmensa expectativa, por el inmediato futuro, en la política liberal de Caldas. Guido Echeverri Piedrahíta. Qué gran olfato tuvo Ómar Yepes Alzate al rescatar del Olimpo a un personaje que se nos había escondido en la sapiente rectoría de universidades. Echeverri había hecho una fulgurante carrera como hombre público. Tal vez un espacio enrarecido lo hizo abandonar los escenarios de la guerra, para explorar rutas más acordes con sus vivencias intelectuales. Pero retornó triunfante. Facundioso tribuno, hortelano de tesis innovadoras, dinámico y perseverante, tiene derecho para ingresar ya por la puerta grande al comando de su colectividad.
Hay un aguerrido equipo juvenil, auténtico renuevo de alentadoras y profundas esperanzas. Jorge Hernán Aguirre, Néstor Toro Villa, Héctor Mario Osorio, Luis Guillermo Velásquez, Pedro Javier Misas, Nicolás Garavito, Jorge Eliécer Laverde, Carlos Hernán Serna, Guillermo Suárez Marín, Gabriel Fernando Cárdenas, Jaime Acosta, Halder Morales Suárez, José Fernando Mancera, César Díaz Zapata, Conrado Vargas, Elizabeth López Ríos, Jaír Tabares, Patricia Varela Taborda, Héctor Bueno Morales, Edwin Arias, Daniel Caviedes, Nubia Uribe, Diana Ramírez, Mauricio Gómez Trujillo, Juan Carlos Ramírez, Cristina Jaramillo, Jorge Mario Giraldo.
Pese a los latigazos de la adversidad, el liberalismo subsiste como un acantilado desafiante capaz de sobreponerse a los ciclones. Tiene robles que perduran con frescura juvenil como Jaime Ramírez Rojas, Alfredo Roncancio, Gonzalo Marín Correa, Gerardo Echeverri García, Tonny Jozame Amar, Luis Alfonso Arias Aristizábal y tantos más que conquistaron las preseas en los ardorosos estadios de Marte.
El liberalismo y el conservatismo son partidos perennes. Son víctimas, de pronto, de los asaltos piratas o de los tránsfugas que hacen alternancias de recurrentes felonías. Pero las colectividades históricas siguen ahí, inamovibles, como notarios insomnes de la grandeza de Colombia.
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