El recorrido vital que hemos trasegado los de mi generación, desde antes de mediados del siglo pasado hasta la fecha, nos ha mantenido en permanente asombro, cuyos elementos aparecen cada vez con menor intervalo de tiempo, entre uno y otro. Hasta el punto de que no se alcanzan a asimilar todos oportunamente y vemos cómo algunas innovaciones se alejan sin que hayamos alcanzado a entenderlas. Inclusive las cosas inmateriales, como la cultura humanística, la ética y la solidaridad social, por estas calendas que corren se toman o se dejan a conveniencia, cuando se impone el criterio de triunfar, adquirir poder o enriquecerse. Esto sucede, especialmente, en política y en los negocios. "El fin justifica los medios", dijo Nicolás de Maquiavelo, filósofo, escritor y secretario-consejero del príncipe César Borgia, y el principio lo han aplicado a la letra muchos de los que han llegado al pináculo del poder y de la fama. Y el presidente colombiano Alfonso López Michelsen (1974-1978), aventajado discípulo del florentino, es decir, maquiavélico, sentenciaba de cuenta suya: "Lo que no está expresamente prohibido es permitido". Tal vez por eso seducía López como dirigente y contertulio, especialmente a las damas, porque, además del encanto de su presencia personal, sus ojos azules, asomados por las ventanas de sus gafas; y su elegante atuendo, escogido en las más exclusivas tiendas de Londres, París o Buenos Aires, manejaba en su conversación, culta y fluida, una ironía y un cinismo encantadores.
Se me ocurren los anteriores comentarios porque leo por estos días un libro de Juan Lozano y Lozano, que contiene dos obras suyas: "Ensayos críticos" y "Mis contemporáneos" *, que son semblanzas humanas y políticas de personajes de la vida nacional, a quienes el autor conoció de cerca, vistos con la lente crítica del agudo escritor y periodista, doblado de dirigente político, quien se movía con soltura por los pasillos del poder.
Esa lectura, cuando se asoma uno al perfil humano e intelectual de personajes como José Vicente Concha, Laureano Gómez, Carlos E. Restrepo, Jorge Eliécer Gaitán, Fabio Lozano Torrijos, Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos, Alberto Lleras, Carlos Lozano y otros, que dirigieron el país desde el gobierno, el parlamento y la diplomacia, en los que dejaron la impronta de su dignidad, su decoro personal y su fervoroso patriotismo, y los compara con los que ahora legislan, ejecutan y juzgan, exclusivamente a favor suyo, con la sola idea de enriquecerse, así tengan que hacer alianzas hasta con el diablo, lo que por desgracia se ha extendido a muchas empresas privadas, en alguna época ejemplo de probidad, da ganas de sacar el pañuelo y emperrarse a llorar.
* Instituto Colombiano de Cultura. Colección Autores Nacionales. Impresa Ltda. Bogotá, 1978.
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