Las encuestas dadas a conocer a fines de la semana pasada sobre lo que está el país sintiendo después de los dos primeros años del gobierno del doctor Santos tuvieron que dejar muy aburrido al presidente. Días antes se sentía en el ambiente que las cosas no estaban marchando como lo estábamos esperando, y por allá en una pequeña encuesta se dio la primera voz de alarma que en ese momento alcanzó a erizar el sentimiento del gobierno, pues como en las vísperas de los grandes sismos, un moderado temblor los puso en alerta sobre lo que dirían estudios más profundos, como en efecto sucedió.
Lo único que hizo el doctor Santos en ese momento fue tomar determinaciones que nada arreglaron, sino que parece que envalentonaron aun más no solo a los antigobiernistas, sino que sacaron de sus cuevas a los que hasta ese momento eran sus incondicionales amigos.
Esto dio pie para que se destaparan los furibistas, que encabezados por Fernando Londoño y Obdulio Gaviria, quienes con sólidos argumentos comenzaron a refutar lo que hasta hace poco había servido de caballito de batalla a los que respaldaban al gobierno. Dándome un poco de ínfulas, porque aunque es satisfactorio echarle en cara al contrincante lo que uno ya le había dicho, no es lo más estratégico para no hacerlos embejucar; no es malo recordar que en esta columna muchas veces se ha insistido en que si se continuaba con esa política blandengue que se reflejó desde el 7 de agosto de 2010, con la frase menos afortunada que ha pronunciado el presidente, al expresar con la boca llena que el vecino dictador se había convertido en su ‘nuevo mejor amigo’, las cosas no iban a marchar por buen camino.
Ni hablar de cómo se inició el gobierno, no solamente con demasiadas actitudes melosas con algunos vecinos, sino que se comenzó una política soterrada contra todo lo que fuera del gobierno Uribe, no solo nombrando de ministros a personajes enemigos, abiertos o soterrados, sino que Santos dejó, aunque así no lo demostrara ni hubiera sido su deseo, que esa cantidad de enemigos mamertos que se tuvieron que esconder cuando Uribe gobernaba, salieran en forma bellaca a atacar a nuestro Ejército, haciendo que en forma dramática y peligrosa esté perdiendo su moral.
Esto es, en pocas palabras, el reflejo de un sentimiento de miedo por lo que se podría repetir, y que ha contribuido a que los colombianos estemos, desgraciadamente, volviendo a experimentar los mismos temores que sentíamos hace 10 años.
Con franqueza reconozco que en muchos aspectos el país ha marchado bien, especialmente en lo económico, y con las excepciones mencionadas y dejando de lado las metidas de pata de la Canciller y sus maléficas amistades, su cartera ha tenido buenos resultados. El exministro Cardona en el Ministerio de Transporte lo hizo bastante bien y puso en orden la casa, pero ojo con el Dr. Peñalosa, actual ministro, quien no lleva un mes en el cargo y ya está metido en una encrucijada muy aburridora.
El presidente Santos está abocado en el comienzo de sus últimos 100 metros con obstáculos, si no quiere encuestas peores, a coger el toro por los cuernos y hacer un cambio drástico de colaboradores cercanos, además de enfrentar a los caciques políticos y sus esbirros, quienes si ven debilidad por alguna parte, como está pasando en esta primera etapa, no se paran en pelitos para aprovecharse de su bien conocido clientelismo y seguir chantajeando para continuar con sus prebendas.
Entonces sí que será verdad que no solo las encuestas serán las que nos llevarán a una desgobernabilidad en extremo peligrosa, sino que podríamos ver el renacer de malhechores de todas las pelambres.
NOTA: Vergonzosa, rechazable y condenable la exaltación al delito que hicieron los locutores de Caracol TV el miércoles pasado en el noticiero de la noche, dándole semejante beligerancia mediática a uno de los peores asesinos conocido, a alias Fabián Ramírez, que tantos crímenes ha cometido y tantas familias ha dejado en el dolor. Ojalá a ellos no les toque ir a los entierros de sus seres queridos por sus actitudes melifluas, rastreras, y sin moral de ninguna clase, dando espaldarazos a uno de los peores enemigos de Colombia.
P.D.: Entre el Parkinson y el Alzheimer prefiero el Parkinson, porque es preferible derramar un poco de guaro, que olvidar dónde carajos dejé la botella.
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