Sí, sí, así, en voz baja… tú sabes muy bien, mujer de fragancias, que lo que dices o escuchas al oído es lo que más hondo cala en la memoria de los sentidos, tal como abraza la piel un perfume único e inconfundible. Esas voces secretas impregnan el aire y quedan grabadas como un código de emociones, siendo comprensibles solo para los dos que saben descifrar el enigma de las confidencias, o que comprenden ese lenguaje reservado lleno de símbolos, matizado, a su vez, con pequeñas pausas de resonancias conocidas, que muchas veces discurren acompasadas por el ritmo de los silencios -o las miradas- esos mismos signos inéditos que conceden licencias a la manera de relámpagos e incendios interminables.
Y es, precisamente, por tu maestría en ese lenguaje legendario, sensitivo y aéreo por lo que tienes que esquivar la estridencia ensordecedora de todos aquellos que han renunciado a la intimidad y consideran necesario vociferar para hacerse oír. De adehala, el nuevo abecedario de la modernidad, inspirado en la frivolidad, está plagado de vocablos vacíos, que ya carecen de contenido y de sentido. Acaso, ¿qué significado tienen, por ejemplo, conceptos como amor, autoridad, respeto, dignidad, poesía, pertenencia, pertinencia, espíritu, moral o lealtad? Más bien, parecen algunos viejos principios que han llegado a su fin o, cuando menos, alcanzado un simple precio de compra-venta, cuando antes tenían su propio e inmenso valor.
Yo sé, muchacha de todos los tiempos, que tu esplendor de mujer madura tampoco se siente a gusto en medio del tumulto en el que se han transformado las calles llenas de historia, aquellas por donde lucías tus faldas odorantes, tus blusas vaporosas e insinuantes. Merced al estrépito del caos generalizado, ya no caminas con la estatura formidable de tu continente que desafía la brisa mediterránea que envuelve tu topografía fantástica con caricias enamoradas.
Tu pudor de novia de ayer se siente amenazado, día a día, por toda suerte de mercenarios que prostituyen el encanto y falsifican los sentimientos ancestrales más arraigados y profundos. Abundan los oportunistas sin alma que desdeñan la fortaleza de tu fragilidad invencible y echan por tierra la tradición centenaria del clima apacible que abraza tu fisonomía delicadamente sensual e inconquistable.
Pese a todo, aún es tiempo de sentir, todavía hay espacio para que vuelvas a vibrar con tus temblores de estreno, con idéntica ardentía de mujer sorprendida en el más alto instante de confrontación del afecto. Entiendo esa nostalgia que a veces te embarga cuando se ultraja con cinismo y ligereza tu feminidad engalanada bajo el cielo transparente de los Andes, en donde le has dado morada a la fecundidad de tus sueños y un punto culminante para preservar los cálidos secretos de eterna colegiala y de joven amante.
Reconozco que en el hechizo de la experiencia reside tu heroísmo para resistir el embate de las malas costumbres, la arremetida de las bajas pasiones, el acoso de la superficialidad contemporánea, el espectáculo deprimente de las pequeñas vanidades tras un poder tan precario como transitorio.
Te voy a hacer una confesión también en voz baja: ¿Sabes que cada vez te pareces más a mi ciudad? Ambas conservan intactos los recuerdos de una travesía heroica, refinada por las dificultades, incólume frente a la decadencia que trata de corromper tu clásica compostura. No está perdido todo mientras haya una devoción antigua, capaz de mantener vigentes las más esquivas fantasías.
Siempre es bueno recordar que las cosas más solemnes de la vida hay que decirlas sotto voce, en voz baja y hacerlas en silencio para que puedan quedar perpetuadas en la memoria del olvido.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015