Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.
-¡Qué desgracia Mi Señor! -exclamó el Sabio - ¡Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad!
-¡Qué insolencia! - Gritó el Sultán enfurecido -¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.
Más tarde ordenó que le trajesen otro Sabio y le contó lo que había soñado. Después de escucharlo, le dijo: ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
-¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
-Recuerda bien amigo mío -respondió el segundo sabio- que todo depende de la forma en el decir ... uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.
Tomado de www.ayahuasca_wasi.com
Algunos autores consideran que el saber comunicarse de forma adecuada, es un arte que requiere de aprendizajes intensos y de gustos por lo estético y delicado. No sucede así en la vida diaria, el lenguaje que se utiliza es cada vez más pobre, ramplón y chabacano, parece que las palabras se hubieran agotado y en especial aquellas amables y que ayudan a tejer mejor las relaciones.
Por otra parte, la manera como las personas interpretan lo que escuchan, está ligada con mucha fuerza a su mundo emocional; hay seres que no tienen sosiego con lo que oyen, le dan vueltas y vueltas a una frase, le aumentan, le quitan, en fin debido a ese hábito, interfieren en la paz o la serenidad de quienes le rodean.
Hay personas que insultan, maldicen, juzgan, no conocen palabras de respeto y van por su vida y la de otros dejando malestar, rabia, miedo, dolor. No saben hablar, ni callar y menos escuchar, son predominantemente reactivos; los hay por todas partes, insulto va, insulto viene, no han conocido lo mágico que es el silencio.
Las palabras influyen en los estados de ánimo, tanto si son positivas como si son negativas. Tristeza, alegría, ansiedad, sorpresa, asco, vergüenza son la consecuencia de lo que se escucha o se dice en algunas oportunidades; aprender a estar alerta y en atención constante, es una de las tareas para que las palabras sean puente y no muros, puedan ayudar a fluir y no a estancar o a detener cualquier tipo de relación.
La historia del día de hoy, es un claro ejemplo de cómo se pueden ganar latigazos o premios; tener claro que lo dicho influye y afecta a quien escucha debería ser un paso importante para pensar en lo que se dice, cómo se dice y quién lo va a escuchar.
El aprendizaje relacionado con el autocuidado emocional, invita a corregir estructuras limitantes a hacer a un lado el lenguaje insultante y peyorativo. Invita a usar la palabra como fuente de paz, respeto y solidaridad.
-¿Cree usted que en este tema, tiene hábitos para modificar?
*Psicóloga
fannybernalorozco@hotmail.com
Profesora Titular Universidad de Manizales.
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