El 20% de la población del mundo tiene sobrepeso. Al menos así lo registra el periódico El Espectador en su edición No. 35.770, en el artículo El mundo se pone a dieta. Eso, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, son 502 millones de ciudadanos en el planeta que han pasado de la talla L a la XL o XXL. La situación ha llegado al punto que el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en un arranque prohibicionista (alcaldadas que están de moda, como las de Gustavo Petro en Bogotá, pero eso ya es otro tema), pretende sancionar aquellos locales donde vendan comida que ofrezcan gaseosas de más de 16 onzas o productos "agrandados". Esto con el fin de tratar de arrebatarle gordos a los 60 millones de obesos que tiene los Estados Unidos.
Su intención es respaldada por un informe del Public Health Journal de la Universidad de Harvard, y como es Harvard, y es Bloomberg, y son los Estados Unidos... ¡pues entonces todos a rebajar de peso! En el mismo artículo de El Espectador, cuando tocan el tema de Colombia, registran una Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en la que la obesidad en Colombia aumentó en un 5,3% en comparación con el 2005. También citan a un médico especialista en cirugía bariátrica que dice que el año pasado hicieron unas 160 de estas intervenciones a niños y adultos. "Es preocupante", dice Iván Escobar, presidente de la Fundación Colombiana de Obesidad.
No sé qué tan "preocupante" pueda ser esta cifra. Me parece más escandalosa la que dio la Unicef este año: en Colombia mueren 5 mil niños anualmente a causa de la desnutrición. María Elvira Forero, exdirectora del Bienestar Familiar, dice que es una cifra "refutable" por no citar la fuente de su presentación, pero la cifra que ella da tampoco es alentadora: reporta entre 580 a 700 muertes de niños por causas asociadas a desnutrición. Además, en el 2010, esta misma institución indicó que 145 mil 510 niños menores de 5 años presentaron desnutrición global.
En lo global, el PMA y su "Mapa del Hambre" muestran que en el 2011 hubo 925 millones de personas en el mundo que se alimentan de un modo insuficiente. Casi el doble de los que sufren de obesidad, y es una cifra casi igual al conjunto de la población de América del Norte y Europa, las zonas donde más gorditos se registran.
Entrando en la alcaldada de Bloomberg de prohibir la comida chatarra y de grandes volúmenes, el problema de sus obesos no es tanto el tamaño de la gaseosa, es una cuestión cultural de que "más y más grande siempre es mejor" (quiénes, si no los gringos, insisten en producir camionetas grandes que traguen galones de combustible, cuando las vías exigen más espacio y menos polución), la mala educación alimentaria que existe en el mundo y los componentes que hay en la comida.
Prohibir una hamburguesa doble carne con huevo y tocineta no evitará que un glotón se empaque dos ‘regulares’ para suplir su necesidad. En cambio, si se educa sobre lo que se está consumiendo (al estilo Super size me, el documental de Morgan Spurlock en el que evidencia que la comida chatarra es psicológicamente adictiva), la cuestión podría cambiar. Al igual que las drogas, la cuestión no está en prohibir sino en educar.
También hay que revisar lo que hay y agregan a nuestra comida. En México, país que también está reseñado en el artículo de El Espectador, reportan que el 80% de su población es obesa y culpan a los refrescos y a la cantidad de grasas y carbohidratos que tiene su gastronomía de ello. Hasta donde sé, Hernán Cortés no se enfrentó a un ejército de aztecas fofos, y Pancho Villa y Emiliano Zapata tampoco dirigieron una revolución de campesinos rechonchos.
Un artículo publicado este año en el diario La Reforma de México reseña un estudio publicado en el International Journal of Biological Sciences que muestra que los alimentos transgénicos efectivamente contribuyen a la epidemia de obesidad. Se encontró que el maíz transgénico suministrado a los ratones dio lugar a un aumento del peso corporal total de aproximadamente el 3,7%, además también aumentó el peso del hígado hasta en un 11%. "Por estas razones, entre muchas otras, los cultivos transgénicos están siendo continuamente prohibidos en todo el mundo", dice el texto.
Los índices de obesidad en esa nación, según la Secretaría de Salud mexicana, comenzaron a incrementarse a mediados de los 90 del siglo pasado. Curiosamente por esos tiempos se hacía efectivo el NAFTA, el TLC de los mexicanos con los Estados Unidos y Canadá, y comenzó a ingresar maíz transgénico para hacer tortillas. El periodista Guillermo Pimentel Baldera escribió para el medio Argonmexico.com, sobre cómo este año los productores de maíz de México demandaron al Secretario de Economía, Bruno Ferrari, suspender las importaciones de maíz blanco transgénico de Sudáfrica y de Estados Unidos. Alegan el daño a la industria nacional con la importación de 960 mil toneladas de este grano sin aranceles, una cifra aplastante si se compara con los 2 millones 140 mil toneladas que producen los estados de Jalisco, Sinaloa y Tamaulipas, de un maíz que no ha sido manipulado genéticamente.
Y yo que creía que con el TLC nos íbamos a tener que apretar el cinturón.
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