El jueves pasado una ambulancia del Cuerpo de Bomberos de Manizales estuvo desde las 3:00 de la tarde y hasta pasada la medianoche llevando a un señor con una isquemia cerebral de un lado para otro, a la espera de que lo atendieran en algún centro asistencial. Eso que llaman ‘paseo de la muerte’ no es culpa de los bomberos, tampoco de los médicos, las enfermeras, los vigilantes o las de facturación, es culpa de un sistema de salud viciado. Corrupto y desigual.
Podría llenar este espacio con explicaciones sobre cómo la Ley 100 fue progresiva "al mejorar la cobertura y acceso a los servicios de salud", pero ingenua a la hora de ejecutarse pues les permitía a las EPS e IPS autorregularse, como lo analizó el director del Centro de Proyectos para el Desarrollo de la Universidad Javeriana (Cendex), Fernando Ruiz Gómez (El lado oscuro de la Ley 100, El Espectador, 13 de mayo de 2011). También se podría señalar cómo el expresidente de Saludcoop, Carlos Gustavo Palacino, y otros 13 exdirectivos de esa EPS, se sobregiraron en 271 mil 530 millones de pesos en promesas de compraventa de clínicas o en Villa Valeria Country Club, club campestre de Palacino en el municipio de Restrepo (Meta). Cifra millonaria que debía destinarse en garantizar las medicinas y atención a sus afiliados.
O la investigación de seguimiento a las finanzas del sistema general de seguridad social en salud (realizada por la Procuraduría General de la Nación, el Programa de Derechos Humanos Usaid y el Cendex) que mostró que el inadecuado manejo de los 40 billones de pesos (que salen de nuestros aportes e impuestos) que el Estado destinará este año para la atención en salud de sus ciudadanos, se lo llevarán los corruptos por la falta de control y de vigilancia del sistema. Como dijo el procurador Alejandro Ordóñez: "son recursos superiores a los que gasta Japón, España, Italia e Inglaterra. Son suficientes recursos que si se utilizaran bien tendríamos uno de los mejores sistemas de salud del mundo, pero desafortunadamente existen falencias. Muchas personas se han enriquecido con el actual sistema".
Se podría discutir o analizar todo eso del sistema de salud, pero sería diagnosticar sobre lo diagnosticado. Preocupa es que, a pesar de todo lo anterior, se ha hecho poco o nada para sacarlo adelante. Quienes legislan sobre esto siguen más preocupados por el dinero que por la atención al enfermo. El sistema y sus protocolos obligan al personal médico y administrativo a preocuparse más por si una persona tiene un carné a su estado de salud. Va en contra del artículo 11 (El derecho a la vida es inviolable), el 12 (Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes), el 48 (La Seguridad Social es un servicio público de carácter obligatorio que se prestará bajo la dirección, coordinación y control del Estado (…)) y el 49 (La atención de la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado. Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud) de la Constitución.
Nos exponemos -usted y yo- a terminar como el señor de la isquemia: paseados por toda la ciudad a la espera de que nos reciban y nos den atención médica en alguna clínica donde los protocolos nos acepten o hasta que se alineen los astros. En este sentido, la salud, que es un derecho, se está convirtiendo en un privilegio. Solo algunos, los que tengan una medicina prepagada, por ejemplo, tendrán una atención digna.
Miro entonces el descuento que me hacen del sueldo para destinarlo a Seguridad Social y pienso si no sería más sano -para mí- invertir esa plata en aspirinas, jugo de naranja y unas ramas de prontoalivio, que esperar al próximo artículo en el que en cuenten cómo se robaron esa plata.
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Algo raro debe pasar en el mundo desde que una cantante que se viste con carne cruda es seguida por 25 millones de personas en Twitter.
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