En nuestro medio, lo viejo, lo pasado, no obtiene mayor atención. Abrumados por necesidades básicas o por la saturante trivialidad de los medios masivos de comunicación no tenemos sentido, tiempo o sensibilidad para lo histórico.
Aceptamos de antemano, para no ser incluidos en molestas discusiones, que la historia es importante, que existe, pero buscamos cómo zafarnos de ella, nos negamos a apropiarnos de ella. Recordamos el adagio popular que recalca que aquel que desconoce la historia está muy propenso a repetirla, y esto en sus aspectos fatales, pero nuestro dominante hipotálamo nos conduce a asumir otra actitud ante las cosas y la vida.
A mediados del segundo semestre de este año se legitimará el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial -POT- que regirá en la ciudad por 12 años, instrumento que puede ser una guía ágil y práctica, o un mapa lleno de errores e imprecisiones que obligatoriamente retrasarán la marcha del municipio por el buen camino.
En una mesa de trabajo creada por iniciativa de la Asociación Cívica Centro Histórico de Manizales se están formulando unas decantadas observaciones referentes al POT y el centro histórico, ya que esta mesa ve falencias en la actual formulación del plan maestro.
La gran pregunta de la cual es perentorio partir, cuando se busca crear normas, es qué significa, cuál es el objeto sobre el que se va legislar, en este caso el centro histórico. El segundo punto sobre el cual se debe reflexionar es a dónde se quiere llegar con esa norma, se debe estar seguro de lo que se quiere lograr. De las respuestas dadas se desprende la metodología del asunto, no a la inversa.
Quiero en esta oportunidad referirme sobre lo histórico de ese centro, que bien podría ser un centro urbano solamente, tratando de captar qué es, y detectar la esencia del centro histórico de nuestra ciudad.
La historia, como actitud humana, dejando de lado lo científico y lo nostálgico, es un interés por lo pasado, sabiendo que el tiempo forja una cadena y cada época forma un eslabón de ese conjunto. Esta actitud sabe de la fuerza de la vida humana en el pasado y su natural prolongación hacia el futuro, esta actitud está al tanto de una perfecta dependencia entre pasado, presente y futuro. Desconocer la historia es negar el esfuerzo de los antecesores e imbuirse en la creencia de ser original, y por ende relevado del respeto por el pasado. La historia le recuerda al hombre su presente y su futuro afianzando la humildad y la certeza de lo grande. Por condición humana somos abuelos, padres e hijos y de esta forma veneramos a los que nos dieron la vida, y ese agradecimiento se lo pagamos a nuestros descendientes. Un hombre que planifique su vida desde lo histórico logrará sobrellevar la mayoría de las crisis y ataques de los tiempos, porque vislumbra el futuro y toma el presente como campo de acción de sus fuerzas. No cabe duda que la historia se puede asumir como un valor moral.
El centro histórico de Manizales habla de cómo era la ciudad hace más de ocho décadas. En la apariencia material de cada edificio están sintetizados un anhelo y una necesidad de los antiguos habitantes de la ciudad. En ese conglomerado de manzanas está expresado el concepto de orden que tenía esa sociedad. Son testigos, esas casas de aspecto venerable, de las luchas, victorias como derrotas, de la gran familia manizaleña. El centro histórico es un libro que nos habla de las ideas y visiones de nuestros antecesores, que igual que nosotros, estaban esforzados en manejar su presente y delinear su futuro. Ese pasado es original y único. Tener ese libro en buen estado y consultarlo con frecuencia se logra preservando el centro. Vivir en ciudad es un acto de civilidad; normas y reglas nos hace más fácil garantizar a todos sus habitantes los beneficios de la civilización. El centro histórico es el núcleo, la parte fundacional de nuestra civilidad y solo un enemigo de Manizales querrá ver esa parte de la ciudad destruida.
Urge hacer entender a los manizaleños que el centro histórico es un portento. Así como nos enorgullecemos y festejamos la Batalla de Boyacá que nos catapultó a la independencia después de vencer a la decrépita monarquía española, debemos entender nuestra historia como un sobresaliente logro, cúmulo de muchos esfuerzos. Por supuesto este libro de familia también habla de hijos e hijas descarriadas, en este libro no existe exclusión, todo está escrito, faltan solamente lectores que contagien el uso del mismo. La historia adquiere vida y nos habla cuando esa herencia es respetada, una vez demolido el patrimonio, esa voz prudente la perdemos para siempre. Un POT que no conjugue estas ideas dejará de ser una buena ley para convertirse en un tecnicismo jurídico a la espera de su violación.
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