En las últimas décadas se ha hablado a nivel global que tanto la atmósfera terrestre como los océanos están incrementando su temperatura media, y que tal fenómeno está ocurriendo a un ritmo acelerado. También han surgido bastantes apreciaciones sobre la responsabilidad de los seres humanos en tal fenómeno, por las emisiones derivadas de la actividad industrial, por la pérdida de cobertura forestal, por los nuevos modelos de producción agropecuaria, por el uso poco eficiente de combustibles fósiles, etc., etc. Y como lógica consecuencia, la conciencia ambiental y el llamado a la reconversión de nuestros modelos de producción y consumo se posicionaron políticamente, y el tema ambiental "se calentó" tanto, o quizá más, que el planeta mismo.
Resultó en alguna medida esperanzador que en las últimas cuatro décadas se formularan protocolos internacionales, se convocaran cumbres para reflexión tanto de científicos como de gobernantes y se promovieran marcos de actuación que los países, con sus ajustes particulares, acogieron para evidenciar su compromiso con la gestión sostenible de los recursos naturales.
Pero los eventos del tiempo reciente demuestran que el tema se está enfriando. Al menos en la agenda política así ocurre. La cumbre que terminó la semana anterior, conocida como Río +20, así como su "contraparte", la Cumbre de los Pueblos, no lograron la temperatura suficiente para que las decisiones políticas en materia ambiental se cocinaran. Ni siquiera con el discurso motivador del presidente Mujica, de Uruguay, ni con las marchas y plantones de miles de personas con penachos (algunos cuantos eran indígenas), el debate de lo ambiental alcanzó la dimensión que requiere.
Sin duda, al menos al nivel de las grandes cumbres, el tema se está enfriando. Quizá por ello la canciller alemana prefirió cancelar su viaje a Río, y celebrar en el estadio los goles de Alemania a Grecia en el juego de la Eurocopa. Quizá también por ello los espacios para debate en la cumbre de los pueblos se veían desolados, como no se veían las calles, las playas o los escenarios de integración cultural.
El mensaje es muy claro. Las decisiones de política en materia ambiental no están hoy en la cancha de los organismos que reúnen a los Estados. El sector privado, sobre todo en el ámbito supra-nacional, y la sociedad civil organizada, principalmente en el ámbito local, son los que pueden incidir en la materia. Puede ser por interés, puede ser por competencia, puede ser por margen de actuación, pero ya el espacio de incidencia no es el del diálogo entre los países, por lo menos no en las cumbres donde deberían relacionarse como iguales. El asunto para reflexionar es si la fuerza política tiene un adecuado balance, cuando se mide la del sector privado de alcance global y la de la sociedad civil de acción local. Pero en definitiva, nos queda a los ciudadanos continuar y promover las acciones individuales, familiares, comunales, tanto por ser ambientalmente responsables, como por ser políticamente estratégicos.
Tanto en la escasa relevancia de la Cumbre de Río +20, como en el bochornoso proceso de la reforma a la justicia, como en los vergonzosos casos de abuso y muerte de mujeres, los ciudadanos no podemos tener simplemente la cómoda postura de la indignación. Claro que nos indignamos, pero no podemos mantener la respuesta habitual de nuestros últimos presidentes, porque no todo ha ocurrido "a nuestras espaldas".
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015