No. El Súper Tazón no es una taza de cereal con el logo de Superman. Viene bien cambiar las mismas políticas, los desastres y hablar de los fenómenos que también configuran las realidades sociales del mundo. Los estadounidenses tienen su propia celebración de ocio cada año. El Súper Tazón o Super Bowl, por su nombre original en inglés, es la final de la campaña anual de NFL. Se enfrentan el ganador de la conferencia americana y la nacional, reparticiones hechas para dividir efectivamente la liga.
Muchos creen que el Súper Tazón es algo exclusivo de los EE.UU. La realidad indica lo contrario. Este espectáculo que comenzó hace 47 años es televisado en más de 180 países y se transmite en 30 lenguajes diferentes al inglés.
No obstante, desde 1993 la historia ha cambiado sustancialmente. El mercadeo, una leve pero importante dosis de farándula y muchos millones de dólares se aliaron con la fiesta deportiva. Michael Jackson incrementó la importancia de este juego cuando introdujo al espectáculo de medio tiempo un miniconcierto de 12 minutos y cuatro de sus mejores canciones. Desde entonces, el Súper Tazón es otra historia y significa más para los amantes de ese deporte.
Del encuentro deportivo se habla tanto como se comenta la participación de la mejor publicidad en las pantallas de televisión. Esas piezas pueden durar 30 segundos o un minuto y costar por mínima fracción 3,8 millones de dólares, un 27 % más del precio del año anterior. Aunque ya se redujo sustancialmente la fiebre y la agenda, las ganancias, como esta columna, son posteriores.
La ciudad anfitriona, que es neutral, recibe más de 420 millones de dólares por gastos de turistas. Otras estadísticas publicadas por canales económicos indican que se consumen más de mil millones de alas de pollo en todo el país durante las tres horas y media que dura el espectáculo. Después del día de Acción de Gracias, el domingo del Juego Grande tiene el consumo más alto de comidas y bebidas dentro de la Unión Americana.
Después de todo, la razón para el éxito del Súper Tazón en cada una de sus versiones radica en la precisa organización de la NFL (Liga Nacional de Fútbol Americano). La figura del comisionado es la designada para llevar los rumbos de una liga que técnicamente vive sin ánimo de lucro y hace miles de millones al año. Las cadenas de televisión que transmiten el juego dentro de EE.UU. pagan a la NFL la misma suma que recibe la NBA por todas sus operaciones o la Liga Premier Inglesa, de acuerdo a la CNN.
Es ampliamente conocido que el fútbol americano es un deporte de contacto que puede llevar a duras lesiones, entre ellas, conmociones cerebrales. Sin embargo, gracias a la organización estricta que tiene la liga en protocolos, exámenes y exigencias, los equipos pueden contar con envidiables equipos médicos que desde la próxima temporada tendrán neurólogos en las bancas, junto a los jugadores para analizar profundamente un asunto que preocupa la NFL.
En el país del capitalismo, la NFL es muestra fiel de este sistema y el Súper Tazón la carta reina. Los deportes siempre se han enajenado de la suciedad de la política o las filosofías de muchos. Por ejemplo, en San Francisco, una de las ciudades más emblemáticas para la comunidad gay en EE.UU., no importó mucho si se era heterosexual u homosexual para celebrar las anotaciones de su equipo en el Súper Tazón. Al fin y al cabo, las diferencias poco importan cuando se lucha por el mismo objetivo, aunque sea indirectamente.
Que la energía se vaya y deje a oscuras los lugares pasa hasta en las mejores familias, como en el recién cerrado Super Bowl. Por lo pronto, el mundo contempla, como bálsamos de realidad, los deportes que sirven siempre para dimitir momentáneamente del drama triste que significa la política.
D E S T A C A D O
Muchos creen que el Súper Tazón es algo exclusivo de los EE.UU. La realidad indica lo contrario. Este espectáculo que comenzó hace 47 años es televisado en más de 180 países y se transmite en 30 lenguajes diferentes al inglés.
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