La salud no es la preocupación de políticos y de burócratas, más interesados en su beneficio personal que en el beneficio general de las comunidades a las que se supone sirven. No ha podido salir de su postración, desde que fue convertida (por cuenta de la ley 100, esa que pensó, gestó, presentó e hizo aprobar como senador, el hoy expresidente Álvaro Uribe), en un negocio bruto, muy bruto, con intermediarios inescrupulosos, que se quedan con buena parte de los dineros que pagan los colombianos para tener asegurado su acceso a ella y, con los que paga el Estado, con las transferencias para la atención de las ARS.
Esas aseguradoras de Régimen subsidiado, ARS, han sido peor remedio que la enfermedad, amparadas en leyes absurdas, solo imaginables en este país de indolentes, con todos sus articulados pensados para enriquecer intermediarios, que fungiendo de asociaciones cooperativas, terminan por beneficiar a muy pocos, a expensas de dañar a muchos, con su cultura del no pago, su carrusel de contrataciones, y los arreglos que hacen para pagar deudas enmohecidas en el tiempo con rebajas inaceptables, sin que sean obligadas a pagar los intereses moratorios que por su incumplimiento, estarían en la obligación de cubrir.
Nada qué hacer en un país en el que políticos y politicastros, hacen lo que quieren, como quieren, cuando quieren, con la permisividad de un Ministerio de Protección Social inoperante, que no les hace control y de una Superintendencia en Salud, que pasa por alto sus mañas y malos manejos, con dineros públicos, que deberían ser sagrados en un país decente.
La historia repite con mucha frecuencia los mismos errores, sin que alguien aprenda de ellos, manteniendo la salud, obligación Constitucional del Estado, como a una cenicienta de la que muchos sacan provecho a expensas de la falta de atención para los verdaderos actores, los pacientes, pero también de los hospitales, sometidos a un régimen de crisis económica, que no tiene razón de ser en un país en el que se gastan 40 billones de pesos al año en salud.
En La Dorada, Caldas, el panorama no es distinto. El sistema que ya tenía fallas, no presenta realidades que hagan pensar en que va a cambiar; por el contrario, todo parece indicar que va a empeorar. El nuevo Gerente de la ESE Hospital San Félix, Dr. Yamil Rodríguez Garza, vino precedido de aparentes buenas intenciones, pero ya ha hecho demostraciones públicas de que él es ahora el que tiene el poder. Vino del Tolima. Allá, fue gerente del Hospital Reina Sofía de Lérida, en el que prácticamente lo único que no privatizó fue la gerencia. Acá, comenzó inclemente la tercerización de servicios, con sobrecostos que no tenía el Hospital, bajo el supuesto de un mejor servicio que no se ve reflejado en la realidad.
Habla pausado con los empleados de planta a los que no puede despedir fácilmente, pero es déspota y arrogante con los empleados que tienen vínculo con contratos de prestación de servicios, a los que puede manipular, haciendo alarde de su poder y de su gloria; vanagloria por supuesto.
A pesar de que se presenta como independiente, tenía en el Tolima el respaldo político del expresidente del Congreso, Luis Humberto Gómez Gallo, condenado por parapolítica. Ya el sábado llevó a un senador al Hospital, quien se comprometió a ayudarle en este centro asistencial. Políticos que hacen promesas, que por supuesto no cumplen, con las que engatusan a la gente, vendiéndoles humo.
En La Dorada, se ampara en el poder de los concejales, a quienes promete, después de llevarles viandas, los puestos de las personas que terminarán sus contratos el 31 de este mes. Ha estado acompañado del diputado Laverde, con quien va a mover el tablero del centro hospitalario. Es curioso que Laverde, con su innegable mérito, se preste para este juego inhumano, que deja sin empleo a muchas personas, que viven de ese salario atrasado y sostienen sus familias con no poco sacrificio: “Admiro a la gente valiente... no a la que se cree fuerte ni a la que lucha por demostrar algo... a la gente valiente”, escribió el Diputado (@jorge_laverde).
No todo es tan legal como parece serlo. Para solucionar el problema de cirugías represadas en el H. San Félix, trajo especialistas de otros departamentos, como si él, que es odontólogo con especialización en Gerencia Hospitalaria, desconociera que para poder trabajar en Caldas se necesita un registro médico en este Departamento, que autorice el ejercicio de la profesión en todas sus zonas de influencia, bajo la vigilancia y el control de la Dirección Territorial de Salud de Caldas.
Acabó de un tajo con la lavandería del Hospital, que con los salarios que allí ganaban sus empleadas, costaba muy poco, para entregarla a una empresa de Honda, Tolima, “Servicios Quirúrgicos, Lavandería”, por muchos millones mensuales, entregándoles el local para que pongan sus lavadoras, pero haciendo que el Hospital sea el que pague el agua y la luz. ¡Qué negocio chimbo! Tan bueno debe ser para los contratistas, que estos suministran la ropa quirúrgica. Lo mismo pasó con los asesores jurídicos, reemplazó uno de Caldas, con dos del Tolima.
En fin, esperemos que todas las fuerzas vivas de la zona de influencia de este Hospital, que los dirigentes del Municipio y del Departamento, se opongan, al despropósito de politizar el centro hospitalario, para llenarlo de foráneos o recomendados políticos. Sería el acabose de una institución, además de demostrar con ello, un desprecio absoluto por el recurso humano de la región y un irrespeto con los pacientes de su zona de influencia. ¡Aquí lo nombraron para gerenciar, no para barrer!
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