"El fútbol es el vivo reflejo de la economía" escribió un reconocido analista financiero llamado José María Gay hace pocos años en Europa, mientras estudiaba la relación que existe entre el desempeño de un equipo y las finanzas de su región. Lo ocurrido en Caldas hace apenas un par de meses cuando casi que simultáneamente el Once Caldas y el Departamento de Caldas se acogieron a la ley 550 o "ley de quiebra" valida la hipótesis de Gay y plantea serios cuestionamientos sobre el modelo bajo el cual, durante varias generaciones operó el equipo albo.
Que el Departamento y el equipo de la región se hayan declarado en quiebra al mismo tiempo no es producto de una mera casualidad. No es ningún secreto que los equipos en Colombia son deficitarios; los ingresos provenientes de las taquillas difícilmente cubren los elevados gastos en que incurren los equipos a la hora de contratar costosos jugadores. Ante la falta de un "papá rico" (como sí lo tienen Nacional con la Organización Ardila Lule o Junior con el Grupo Char), la suerte de la gran mayoría de los equipos en Colombia queda en manos de la capacidad de sus instituciones de conseguir patrocinios suficientes para cubrir los costos de la nómina y evitar que el equipo pase el año con saldos negativos. Algunos de ellos como Millonarios, América de Cali y Medellín, entre otros, han logrado sostener una base activa de patrocinadores privados y así han sorteado las dificultades financieras que implica la apuesta de contratar costosos jugadores y operar bajo esquemas deficitarios. Pero debido a que en el Once Caldas el principal patrocinador siempre fue la Gobernación a través de la Industria Licorera de Caldas, la supervivencia del equipo se puso en manos del sector público y del desempeño financiero de éste último. Siempre se supo que en el momento en el que la Licorera frenara su apoyo al Once Caldas, la suerte del equipo quedaría reducida a los ingresos provenientes de las taquillas, los cuales, sin Libertadores a la vista y por fuera de los ocho, terminarían generando angustiosas situaciones para el "blanco - blanco".
Pues bien, con un Departamento en quiebra al que solo le alcanzó para apoyar al equipo con un cheque de 500 millones de pesos, al Once Caldas no le quedó otra alternativa que la de entregar el equipo a una empresa privada, para que sea ésta quien asuma el pasivo que hoy se tiene con la DIAN y con los jugadores del club. Y aunque en buena hora se anunció la venta del equipo a Kenworth de la Montaña, otra habría sido la suerte del equipo de haber forjado una base sólida de patrocinadores que recurrentemente hubieran apoyado al equipo. Imperdonable por ejemplo, que el Once Caldas haya jugado toda la primera fase de una Copa Libertadores sin patrocinio alguno. Un error producto del modelo que por varias generaciones perduró bajo premisas riesgosas basadas en la dependencia del sector público y de su situación financiera.
En cualquier lugar y para fortuna de todos los hinchas, se hace al equipo una empresa de reconocimiento internacional. El más sincero gesto de agradecimiento y reconocimiento para la saliente Junta Directiva que lo dio todo por salvar el equipo; cabe recordar que, en ocasiones, la misma Junta arriesgó su propio patrimonio para avalar obligaciones financieras del club. Así mismo, permitió su democratización, y aunque no hay duda de que queda un sinsabor y una pérdida de identidad con la ciudad y con la historia del club al dejarlo en manos de una multinacional, era sin duda la mejor de las alternativas. Esperemos que en adelante, el fútbol en Caldas siga siendo un reflejo de la economía; ahora no de Caldas sino de una empresa con sólidas cifras financieras.
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