"La hinchada se siente tan importante como los ídolos; en el fútbol cada quien debe ocupar su puesto, los ídolos en la cancha; los que pagan, en el despacho, y los hinchas, en la tribuna. Si ellos se sienten héroes, algo grave está pasando". Jorge Valdano, exfutbolista y exdirigente del Real Madrid.
Uno lo ve en el estadio. Niños que no pasan de los 12 años y que no quieren ser como los jugadores que hay en la cancha, "como los ídolos" que menciona Valdano. Quieren ser barristas y se quitan la camiseta, cantan, putean a los hinchas rivales (no a los jugadores del otro equipo, ni siquiera al árbitro) y saben quién es ‘Juanse’, mas desconocen quiénes son los volantes del Once Caldas.
Y se meten a barras como Holocausto Norte, donde no existe ni Dios ni ley, a pesar de que sus ‘capos’, Jhon Jairo Vásquez y el concejal Juan Sebastián Gómez (‘Juanse’) aseguren que se autorregulan y que son líderes en todo el país con programas como Hinchas por la paz. Esos son pajazos mentales. Afirmaciones para la prensa, pues quienes hemos ido al estadio, caminado por sus alrededores el día de un partido y conocemos a algunos barristas, sabemos que de autocontrol no tienen nada. Y de pacíficos, poco, sobre todo cuando andan en grupo.
En lo único en que están organizados es en los coritos, la tirada de papel y en sacar esos trapos por los que se hacen matar de manera estúpida. Como le pasó a Daniel Eduardo Suárez Vargas, asesinado en Chinchiná al parecer por un hincha del Nacional en medio de una pelea entre barristas. O como le pasó el lunes a Juan David Atehortúa Tobón, que se ganó un tiro en el pecho por irse con la barra a Medellín, a pesar de que su familia nunca estuvo de acuerdo en que estuviera metido en esos cuentos. "Con el Once hasta la muerte", era lo que decía este muchacho. Al menos así lo aseguran sus allegados. Y así le fue.
Durante su funeral, sus amigos lo convirtieron en mártir del equipo. Lo cantaron, lo lloraron e incluso lo fumaron con sus porros. Algunos juraron vengarlo. Más violencia.
Viendo el comportamiento de estos grupos no es muy diferente al de los grupos xenófobos y racistas que hay en todo el mundo. Como los neonazis. Unos se matan por la camiseta de un equipo, los otros por la raza o el color de piel. ¿Por qué no tratarlos de igual forma? En 2011 el Estado aprobó la Ley Antirracismo o Antidiscriminación, que enviará a prisión a aquellas personas que discriminen a los demás por cuestiones de raza, nacionalidad, género o condición sexual. "La parte más severa de la Ley incluye penas entre 8 y 15 años de cárcel para quienes defiendan, promuevan o divulguen teorías de genocidios u holocaustos, ocurridos en cualquier lugar del mundo y en cualquier época de la historia, lo que incluiría a grupos neonazis o con tendencias similares". (Vanguardia Liberal, 3 de diciembre de 2011).
Si el motivo de ser de estos grupos violentos ("bravos", según ellos) es el equipo, este debería darles la espalda, tal y como hicieron varios clubes en Europa con sus "ultras". El FC Barcelona, en el 2003, le cerró la puerta a los Boixos Nois. El Liverpool hizo lo mismo con sus hooligans. Les negaron la entrada a las tribunas y a sus líderes los vetaron de los campos deportivos. Les negaron la posibilidad de su razón de ser que es ir al estadio y alentar a un equipo. Si el Once Caldas y el municipio (dueño del estadio Palogrande) se ponen serios le prohibirían la entrada a quienes manejan a Holocausto Norte.
Esto incluye al concejal Gómez, que aunque en el Concejo ha demostrado ser responsable, su cercanía con la barra pone en duda varias de sus acciones y decisiones. Si quiere ayudar a sanear el fútbol de desadaptados, debería cuestionarse su rol en Holocausto y separarse de esta barra. Sin embargo, no lo hará, pues sabe que allí tiene su potencial electoral.
Así como les cierran las fronteras, que les cierren las puertas del estadio. Nada de trapos y grupos grandes de barristas. No dejarlos organizar. De lo contrario los muertos y desmanes causados por las barras bravas seguirán hasta que las autoridades no se pongan serias y apliquen la Ley del Fútbol y cuanta norma hay para controlar a estos grupos.
Existen las soluciones y las herramientas, pero se necesita el trabajo de las autoridades, los clubes y la ciudadanía. Un barrista no es problema, el problema está en la masa incontrolable, emocionada e irracional en la que se convierten esos jóvenes descamisados y locos por hacerse sentir. Ellos son los que tienen que figurar en las canchas del país ya que los equipos no tienen ídolos con los cuales conectarse. Al jugador que gana más de 20 millones de pesos al mes por apenas trotar la gramilla le importa un bledo si a un hincha lo mataron por llevar la camiseta o si asesinó a otro porque dijo que su equipo estaba lleno de troncos. Esa pasión no es recíproca. Por lo tanto, hacerse matar por eso, insisto, es de imbéciles.
"El fútbol es un territorio emocional y lleno de exageraciones, ahí está el ser humano con sus grandezas y miserias expresándose cada semana; si hay un marco ético, la miseria se disimula mejor; si no, nos encontraremos con un problema, porque la naturaleza de las pasiones es que se desbordan y ése es el único cuidado que debemos tener". Jorge Valdano.
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