El devenir del ser humano a través de los siglos, ha significado un incesante cambio en la formas del comportamiento. Con solo comparar al Homo sapiens sapiens que dio origen a toda la estirpe humana con las personas que hoy habitan el planeta se encuentran profundas diferencias, no en su esencia genética que le permite la distinción de género y especie, sino en algunas variaciones físicas adquiridas a través de los siglos y la presunción del futuro permitirá dimensionar más modificaciones.
Los cambios de la conducta de los humanos, regida por sus necesidades, procesadas por su cerebro y ejecutadas por su cuerpo, han sido el eje del desarrollo de la tecnología que utiliza para su supervivencia incluyendo las máquinas para producir muerte en sus semejantes y destrucción, al menos del planeta. El ser humano, ha creído siempre que con los nuevos procesos que realiza y los aparatos que crea son para el bien, o mejor dicho para su colectivo o personal bienestar, independientemente de que otros colectivos u otras personas sufran con sus elaboraciones de contexto físico, para no mencionar las torturas psicológicas que ha aprendido y desarrollado, para emplearlas bien con máxima rudeza o con sutileza.
Hoy los ejemplos de objetos, incluyendo máquinas, para hacer daño se encuentran por doquier y se utilizan sin el más mínimo respeto por la especie, porque ya los razonamientos y la tolerancia están considerados como debilidad de las personas ante los problemas y sus soluciones. A veces ni siquiera se intentan los acuerdos ante los disensos y el oponente adquiere la categoría de enemigo acérrimo y lo que se impone, según ellos, es la agresión que puede terminar en la muerte, de uno, o de muchos. ¿Será la guerra un delito? Unos lo creen y otros no. Poco importa para quienes creen que el delito es la solución.
Ahora bien, no todos los instrumentos, objetos o máquinas, ni otros inventos producidos por el ser humano son creados para producir daño. El hogar, es el primer sitio para observar simples elementos como una plancha, una máquina de coser, un refrigerador, un teléfono, la luz eléctrica, un radio y la lista es tan larga que a cada minuto la existencia humana, se ve abocada a la utilización de algún elemento.
Todo ello ha sido creado para facilitar la vida diaria de los seres humanos, incluyendo las prendas de vestir ligadas a los cambios climáticos, los objetos tradicionales para escribir y comunicarse como una función que cada vez adquiere más valor ante la pérdida poco a poco de la tradición oral.
Pero todo tiene sus límites y quien los rebasa entra en el campo de los excesos que violenta los derechos de los demás. En un hecho insufrible se ha convertido el uso de máquinas grandes o muy pequeñas que le permiten contactarse con otro u otros simultáneamente, jugar, leer, archivar información, observar juegos, y tantas acciones que la lista es interminable, con cada vez más aplicaciones. Estos aparatos y sus programas son muy útiles siempre y cuando, como ahora, no agredan a los otros. Dentro de 30 años ya se verá, porque su utilización tiene aplicaciones cada vez más modernas que rebasan las mejores ficciones.
Es triste que en las reuniones, sin olvidar las entrevistas, de cualquier índole, los asistentes se encuentren enfrascados en una frenética e ilimitada actividad con sus máquinas. Algunos las usan para archivar sus notas y consultar datos o temas relacionados con lo expuesto. A otros poco les importa lo que sucede a su lado, no escuchan o lo hacen por oleadas y ven escasamente o les llegan las imágenes como centellas en determinados instantes. Un verdadero caos y por ello se termina ignorando lo que se analiza o se informa, pero gozaron con su maquinita o creyeron haber cumplido con su deber. ¿Habrá que aguantarlos?
Nota: El exrector universitario y actual gobernador de Caldas, Guido Echeverri P., entiende la necesidad de un hospital o clínica universitaria en Manizales.
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