Por más que el presidente Santos quiera parecer del pueblo, nunca le quedará bien este estilo. Hace unos pocos días en un acuerdo para la prosperidad llegó a la plaza de Bolívar de Chinchiná manejando un jeep Willis, al bajarse del carro entró en un café a tomarse un tinto. Hizo el esfuerzo sin lugar a dudas, pero falló en el intento. El café fue servido por Juan Valdez y en vajilla elegante. Si hubiera querido presentarse como del pueblo el café se lo hubiera servido la ‘copera’ de turno y la vajilla debería de haber sido la del café -inclusive le habría quedado muy bien en pocillo desorejado y despicado, pero eso ya puede ser una exageración-.
Uribe, que es la persona con la que Santos quiere compararse en sus afanes de "untarse" de pueblo, no tenía que hacer ningún esfuerzo. Nadaba como cualquier parroquiano entre Johnny Key y San Andrés y se tiraba sin ninguna dificultad por los toboganes de Termales el Otoño. Es totalmente claro que una cosa es el estilo de Uribe y otra el de Santos. No me gustan los estilos folclóricos que manejan los presidentes, como los venezolanos. Siempre he considerado que los gobernantes deben preservar la ‘dignidad del poder’, por eso me gusta más el estilo de Santos, pero serio y pragmático, aún con afanes populares como el de haber amanecido en una de las viviendas para "los más pobres, de los pobres" en Valledupar.
Lamentablemente en Chinchiná, con toda esa parafernalia que hizo al doctor Santos, no le fue bien. Los cafeteros asistentes al evento lo que querían era que les diera un precio de sustentación en la venta del café y lamentablemente no lo concedió. Después de eso sucedió lo que por todos es conocido. Los cafeteros salieron a paralizar el país con sus cierres de vías y a marchas forzadas con negociaciones en Pereira con varios ministros y vicepresidente a bordo, el gobierno nacional logró después de once días levantar el paro, paro que tenía sitiadas a varias ciudades por falta de alimentos y por riesgos en la atención de la salud de la población. Este paro finalmente logró que les concedieran lo que habían pedido los cafeteros en Chinchiná.
El panorama del café, cada día es más complicado. El plazo del precio de sustentación está próximo a vencerse y está por verse si el gobierno continuará con él a futuro. Mientras tanto, los cafeteros cada día están más desesperados, con la gravedad de que en estas tierras nuestras de ladera, no hay un producto agrícola sustituto que pueda reemplazar este cultivo.
Además de la complejidad que se está teniendo con los cultivadores de café, hay otro problema también muy delicado. No hace muchos años la Federación Nacional de Cafeteros era un modelo para el país. Sus gerentes eran respetados y aclamados en todos los escenarios tanto públicos como privados y a nivel nacional e internacional. Eso se perdió. El reemplazo de Jorge Cárdenas no fue el más afortunado. El doctor Gabriel Silva es y ha sido una figura política importante, pero del café no sabía absolutamente nada, ni antes de llegar al cargo de gerente de la Federación, ni al salir de él. De modo que la respetabilidad del gremio a nivel internacional se perdió y su reemplazo es una persona que sí sabe del café, pero no tiene la fuerza y el carácter que necesita un puesto como el que ostenta el doctor Luis Genaro Muñoz. Con este señor se perdió la respetabilidad a nivel nacional. En cuestión de pocos años se perdió todo.
La falta de presencia y de talante del doctor Muñoz se vio claramente en el acuerdo de la prosperidad de Chinchiná, donde salió totalmente "chiflado". Cuentan las malas lenguas que tuvo que salir urgentemente a que lo atendiera su siquiatra de cabecera. Parece ser que el siquiatra hizo muy bien su tarea, porque en muy pocos días recordó lo que había hecho para ser nombrado como gerente de la Federación; es decir, como cualquier politiquero de turno a punta de puestos dividió el gremio, compró aliados y logró que lo nombraran en ese puesto y ahora con el mismo manejo logró sostenerse.
Grave tema para una institución como la Federación Nacional de Cafeteros. Pereciera que estamos asistiendo los colombianos a su liquidación. La Institucionalidad Cafetera con toda la parafernalia que maneja viene en picada. El señor Luis Genaro con su actitud -acompañado por algunos Comités Departamentales- está dando pie para que por un lado el gobierno nacional haga una reforma radical al funcionamiento de esta institución -amenazada en su supervivencia- y por el otro para que los productores que paralizaron al país, se fortalezcan cada día más.
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