Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Sin duda, el partido de su vida lo ganó el Once Caldas en el último minuto… en la última jugada.
Desahuciado estaba. Los héroes no fueron ni Henao, ni Galván, ni Congo, ni Fano, ni Valentierra, ni Osorio. Es que no hubo héroes. Fue, eso sí, un gol de chilena, al ángulo, inatajable, que dominó la plaga de la quiebra y que paró la calamidad.
Aterrizados, con reflexión y mesura, entendemos entonces que el fútbol negocio vuelve al ruedo.
Que hoy nadie invierte por romanticismo y que quienes llegan, liderados por un empresario serio y trasparente, lo hacen convencidos de la rentabilidad de la operación. Todo inversor tiene límites, se asiste de autocontrol y sanea las finanzas, antes de hacer realidad objetivos ambiciosos, en este caso competitivos. Es el tema inicial en el Once Caldas.
Con los nuevos dueños llego la luz, pero ninguno es Román Abramóvich, el del Chelsea; un jeque árabe como el del Málaga; Florentino Pérez, del Real, o Moratti, el petrolero del Inter. Al Once no llegaran chorros de plata, como muchos piensan.
En Colombia eso no ocurre y si ocurrió, fue por cuenta de mafiosos manirrotos, insensatos y delirantes. Con visión presupuestal, con pulcritud de manejo, con equilibrio en la construcción de nuevo club, sin el pecado eterno del despilfarro, basta.
Son momentos cruciales los actuales porque se pasa del dicho al hecho, lo que enciende de nuevo la moral del hincha y trae a casa la credibilidad perdida.
En el plan de negocios futboleros, el resultado en la cancha es pariente directo de la rentabilidad y a eso hay que apuntarle. Para ello, quienes llegan deben ser, además de emprendedores, visionarios, eligiendo para los puestos del mundo gente sin manchas y conocedora del tema tan complejo.
Hoy cuando tanto lagarto busca un hueco en las poltronas de mando y otros tantos deambulan en procura de beneficios económicos o promocionales a expensas del proceso juicioso que tanto Kenworth como la familia Pineda inician, aquellos que aman el club sin intereses, se sitúan a prudente distancia, vigilantes, confiados en que la amarga historia de los últimos tiempos jamás se repetirá.
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