Cuentan que en una ciudad vivía un dignatario muy nombrado que tenía a su servicio un esclavo muy leal y honesto, a quien había confiado la custodia de sus caudales. Tenía el dignatario también, un halconero, muy hábil en su oficio que poseía vastos conocimientos en las enfermedades de sus halcones y en su tratamiento.
El dignatario lo tenía en un aprecio tan alto que con frecuencia lo invitaba a su casa a departir con su familia. Y sucedió que cierto día el halconero sintió envidia hacia uno de los esclavos del rey, por lo que urdió un plan y hacerlo caer en una celada para que su patrón lo expulsara.
Pensó y caviló cómo hacerlo; un día, salió de cacería y logró coger dos loros polluelos; los trajo, los crió y, ya grandes, los separó dejando cada uno en su jaula.
A uno de ellos le enseñó a decir: -He visto al guardián acostado con la esposa de mi patrón. Instruyó al otro para que dijera: -Es cierto.
Cuando ya los tenía bien amaestrados los llevó al dignatario y éste quedó maravillado y con visible admiración cuando las oía hablar.
Nada entendía de lo que decía, porque el halconero les había enseñado las frases en persa, lengua que el dignatario ignoraba. Sin embargo, le divertía oírles hablar su idioma exótico. Del cuidado encargaba a su mujer, quién les daba de comer y beber.
Cierto día vinieron de visita hombres ilustres de Persia, a quienes recibió con todos los honores, les ofreció banquete, frutas y joyas. Cuando terminaron de comer y pasaron a la conversación el dignatario ordenó al halconero que trajera los loros. Cuando éstos llegaron, gritaron lo que les habían enseñado, los huéspedes entendieron lo que decían, se miraron extrañados, sin decir palabra unos a otros.
Les preguntó el dignatario el sentido de lo que decían, pero éstos se negaron, pero al fin frente a su reiterada insistencia le dijeron: -Dicen estas palabras frente a tu esclavo y guardián de tus caudales.
El dignatario les solicitó entonces, que hablaran con las dos aves cosas distintas, lo hicieron pero encontraron que nada más sabían, con lo cual quedó claramente demostrada la inocencia del guardián, la falsedad de los cargos que se le imputaban y la mala fe con la que el halconero procedía.
El guardián en tono enérgico se dirigió al halconero y le preguntó: -¡Oh enemigo de ti mismo! ¿Es cierto que tu me viste acostado con la esposa de mi señor?
-Que sí te vi –contestó el halconero. A esa respuesta saltó el halcón y le reventó ambos ojos. Ante esto dijo el esclavo: -Bien mereces esta desgracia. Es el castigo por tu falso testimonio
Tomado del libro: ‘Calila y Dimma’, versión de Antonio Chalita Sfair.
Con frecuencia los periódicos y noticieros de este país, tienen en sus titulares, noticias que hablan de: ‘Falsos testimonios’, sucesos que dan cuenta de mentiras y engaños con los cuales se pretende hacer daño a otras personas o ganar reconocimiento de la opinión pública sembrando el desconcierto y la duda.
Es doloroso, cómo mediante artimañas como éstas, se hace daño a toda una familia, la cual para defenderse invierte lo mucho o lo poco que tiene para que se sepa la verdad de hechos, que a veces tardan mucho tiempo en esclarecerse ; se prolongan tanto las aclaraciones que cuando por fin se llega a una ‘posible verdad’, ya hay una suma de dolores que difícilmente se pueden reparar.
Muchos han sido víctimas de ‘falsos testimonios`’, palabras pronunciadas de mala fe y con la intención de abrirle paso a la desgracia y al infortunio y no es para menos, cuando se ha sometido al escarnio la imagen y la vida de cualquier ser humano.
Por otra parte, llama la atención cómo en las mismas páginas se reúnen personas que han sido conocidas como honradas, con malhechores de diversa índole, unos acusados y otros acusando, danza de traiciones que se alimenta de perversidad e insensatez.
Estos actos son conocidos con inusitada rapidez, y en muchas ocasiones, sin siquiera haber pasado por ningún filtro, con el cual corroborar su veracidad.
Así entonces, la palabra se torna en arma poderosa, que se dispara de manera indiscriminada, por mentes perturbadas, que carecen de paz en su corazón y desde su ausencia de salud emocional y mental hacen daño, hieren y trasgreden normas y límites.
Ejemplos de estas actitudes cunden en nuestro medio, famosos y no famosos, se trenzan en actos beligerantes y bochornosos, no sienten respeto ni por ellos mismos, tal vez les agrada su bajeza y lo peor es que muchas personas no solo les creen, sino que se alimentan de estas actuaciones.
Maquinar, tramar, engañar, urdir, intrigar, conspirar, fingir, mentir, verbos hoy muy conocidos, que producen vergüenza, y que algunos defienden y suavizan usando palabras que buscan enmascarar la realidad.
En el medio existen hoy también otras formas de halconeros, que ponen a repetir mentiras a otros sin que exista un mínimo de asomo de respeto por la dignidad humana.
*Psicóloga
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