Esta es la pregunta más trascendental del actual proceso de negociaciones entre el Gobierno y las Farc. No es el tema agrario, ni la participación política, ni aspectos relativos al desarme y la desmovilización de los guerrilleros; todos asuntos difíciles, pero que con seguridad obtendrán soluciones viables y convenientes. Lo realmente complejo y lleno de dilemas y dudas morales, éticas y espirituales es saber qué vamos a hacer como sociedad y como Estado con los crímenes y agravios cometidos en esta larga y cruenta confrontación. La paradoja de este proceso de paz es que el elemento clave para nuestro futuro es el pasado; es decir, lo que hagamos con lo que ya sucedió será la llave que nos permita terminar con buena parte de nuestra violencia e iniciar la construcción de una sociedad más sana.
Las siguientes palabras del exsoldado norteamericano Claude Thomas, veterano de Vietnam y hoy monje budista que trabaja por la no violencia en todo el mundo, nos guían es esta materia: -"Durante el tiempo que estuve en Vietnam, fui responsable por una tremenda cantidad de muerte y destrucción. En el retiro donde escuché por primera vez a Thich Nhat Hanh (Monje budista vietnamita), quería pedir disculpas a la gente de Vietnam a través de él, enmendar de alguna manera toda esa matanza. Pero no sabía cómo empezar. Cuando finalmente saqué valor para pedírselas a alguien, me acerqué a su asistente, la hermana Chan Khong, con esta pregunta: "¿Cómo puedo expiar la destrucción de la que fui responsable en Vietnam?". Ella me dijo: "Si tú volaste una casa, entonces construye una casa. Si tu volaste un puente, entonces construye un puente". Le pregunté: "Pero si maté a una persona, ¿Cómo puedo corregir esto?" yo sabía que le había hecho una pregunta que ella no podía realmente contestarme. Era aquí, en este punto, donde yo tenía que encontrar mi propio camino. Como un soldado había sido entrenado para matar; ese es el asunto del entrenamiento militar, después de todo. Yo había sido condicionado para creer que el camino a la paz pasa a través del homicidio".
No existe una ruta preestablecida para lidiar con las situaciones de dolor, agravio y daño tan enormes como las que millones de personas han sufrido en Colombia en el último medio siglo. Plantear caminos pétreos, totalmente inflexibles, incluso con la mejor voluntad de que se haga justicia, es condenar al fracaso este proceso de paz. Además, reducir todo al hecho de cómo pagarán sus crímenes los miembros de las Farc, es mutilar un fenómeno que va mucho más allá de esta guerrilla, pues ésta es en el fondo una manifestación de un complejo entramado, en el cual si bien la guerrilla es tremendamente responsable de crímenes y violencia, no son los únicos.
Aunque suene escandaloso, las Farc requieren acompañamiento para que puedan abordar todo el daño que han causado, para que puedan mirarlo de frente. No es fácil que pidan perdón como respuesta a un dedo acusador que los señala, y menos si ellos ni siquiera consideran que sean responsables. El gran desafío es construir un proceso íntimo en cada uno de los participantes de esta guerra para que observen aquello por lo que han pasado, aquello en lo que han participado, y así iniciar una sanación individual y colectiva que pueda expiar tanto sufrimiento. Y en últimas, esta reflexión la deberíamos hacer todos, porque a lo que hemos llegado tiene algo de construcción colectiva.
No me cabe la menor duda de que un reconocimiento sincero de todas las partes involucradas en el conflicto, en el sentido de haber causado daño, de haber matado y agredido, será la válvula de escape que permitirá quitarle presión a las negociaciones y abrirle el paso a un camino de construcción colectiva. Y lo tienen que hacer todos, no solo las Farc, también el Estado.
El 19 de febrero de 2002 las Farc volaron el puente "Danticas" entre los municipios de San Carlos y San Rafael en Antioquia. En la madrugada del 20 una ambulancia cayó al abismo, pues su chofer no pudo ver que ya no existía el puente. Murieron Flor Emilse García, quien estaba embarazada, su hermana Yanet y la enfermera Elvia Guarín. Ese día se acabaron las negociaciones del Caguán.
Qué el proceso de paz de La Habana nos permita reconstruir muchos puentes rotos, los físicos y los del alma. Las vidas perdidas, que no pueden retornar ya, tendrán que ser honradas con el cuidado extremo a las que todavía existen.
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